Qué alegría sentí al momento que el chef Carlos García del Restaurant Alto, recibía su premio como el mejor de Venezuela según San Pellegrino y se ubicaba en el puesto 29 de la lista de los 50 mejores de Latinoamérica, en la emisión para este lado del mundo de la revista Restaurant. ¿Cómo no emocionarme?
Miraba la ceremonia en directo por Periscope, y era como ver ganar a algunas versiones de la vinotinto (fútbol, basquet) en una competencia internacional. Era Venezuela reconocida por su buen trabajo. En el caso del Restaurant Alto porque sostener la calidad en un negocio de este tipo en tierras criollas, raya en lo épico. Un acto de fe y confianza.
Hay que estar un poco loco para conducir un restaurante en Venezuela en estos momentos – especialmente los últimos dos años-, porque la cordura no va de la mano con la situación de la restauración donde además de escasez e inflación, nos aquejan otra tragedias como la falta de personal y en la mayoría de los casos su bajo nivel, la inseguridad personal y jurídica, las limitadas posibilidades de inversión (a menos que seas enchufado).
Lo cierto, es que escuchaba los comentarios alrededor de la persona que transmitía en Periscopio, y todos ligaban a tres, cuatro y hasta más restaurantes de su país de origen. El chat era una locura y preguntaban por restaurantes específicos, su lugar en el ranking, si ya había salido con la seguridad que eso era así. Ahí entendí esa expresión que tanto rechazo y que no me creo de «envidia de la sana».
A pesar de
A pesar del triunfo del Restaurant Alto, amanecí con una sensación de derrota que me aplasta. Puedo contar detalladamente todos los venezolanos talentosos que han pasado y están en nuestros fogones en los últimos 15 años. Puedo narrar con la buena memoria que muchos saben que tengo, nombres de cocineros, sommeliers, pasteleros, platillos, asesores, ingredientes, libros, anécdotas, visitas. ¿Qué nos pasó? Gente que en su gran mayoría salió corriendo de aquí y que estoy segura muchos de ellos trabajan en restaurantes premiados, donde aportan su talento, su inspiración, su conocimiento, su trabajo y su pasión.
Conozco por los menos 10 de los cincuenta ganadores. He tenido la fortuna de haber disfurtado sus propuestas gastronómicas, gente que le pone un mundo para hecerlo bien. Y sin desmerecer el trabajo que se hace fuera, no son mejores que nosotros, pero tienen más posibilidades y oportunidades. Por ejemplo, un cocinero de estos lugares tienen un listado de proveedores donde puede escoger los mejor, de un mercado que ofrece lo mejor.
Los verbos y expresiones «bachaquear», «conseguir», «es lo que hay», «cierro temprano porque la zona es peligrosa», «no consigo el respuesto», «nadie quiere trabajar», «no hay personal», «el cocinero se me fue para … «, son ajenas a la excelencia, al trabajo digno, a comensales satisfechos, y por qué no … también a los listados.
Mi gran frustración es que veo el potencial de nuestra cocina y cocineros, pero también veo el abismo que nos separa, en este momento, de una restauranción de mayor altura. Como venezolana celebro con alegría el premio para el Restaurant Alto, como periodista de la fuente gastronómica celebro doblemente, porque entiendo a plenitud el trabajo y esfuerzo que esto significa.
Muchos dirán que no es más que un premio. Pero en este caso es síntoma de la enfermedad que tenemos nosotros. Espero que encontremos la cura, hay mucha gente trabajando en eso y es lo único que aminora la sensación de derrota que siento hoy.
Totalmente de acuerdo contigo Vanessa y aunque podamos sentirnos tristes, pues sabemos que hay muchos cocineros Venezolanos que merecen estar allí, seguro estoy que saldremos adelante, quienes nos dedicamos a trabajar en el ámbito gastronómico, sabemos que se atraviesa por momentos difíciles, pero veremos la luz, esa pasión por los fogones que vivimos junto a ellos será recompensada internacionalmente, soy uno de los grandes admiradores de tu trabajo y tu empeño con esas rutas gastronómicas, desde aquí en las regiones y en mi caso particular en Monagas nos hemos empeñado en dar a conocer no solo los sabores y platos que incluso han sido olvidades de nuestra mesa diaria, pero forman parte de nuestra identidad, sino el trabajo de emprendedores que como nosotros siguen creyendo en la Venezuela del progreso, el ingenio, el trabajo constante y el crecimiento más allá de nuestras fronteras a seguir adelante, un abrazo afectuoso desde esta tierra cuna del casabe galleta, del churrucho, la cachapa burrera, el sancocho de guaraguara
simplemente Excelente…
Repito lo mismo, este texto de Vanessa Rolfini es excelente. En pocas palabra retrata la triste reallidad que aquejan almundo de la restauración en el país. Tengo el mismo sentimiento de Vanessa, pero a la vez tengo muchísima fe.