Arepas al final de la rumba

Ultimamente, he asistido a muchos eventos donde convocan a una hora determinada y pasan por lo menos un par de horas antes que sirvan el primer pasapalo, aunque durante ese tiempo sí han servido vino o cualquier otra bebida alcohólica.
Por lo general, los eventos gastronómicos son entre semana, es decir, que se va directamente del trabajo por lo que nos es extraño que se asista con hambre, confiando que al lugar dónde se está invitado servirán de comer. Por otra parte, el alcohol alborota el apetito y contribuye que cuando llega la comida el hambre da casi dolor de estómago, y por mucho que uno se intente guardar la compostura, he visto cómo la gente literalmente ataca a los mesoneros por tu tequeño. En muchos casos, ni siquiera da chance de probar nada, y termina uno comiendo en una arepera o haciéndose un sandwich cuando se llega a la casa.
En los últimos tres meses, esta situación se ha repetido por lo menos cinco veces. Aquí hay un trabajo importante tanto de las agencias de comunicación al asesorar a sus clientes y de quienes invitan, y cuando se trata de un restaurante es mucho peor porque las espectativas son muy altas.
Además, estoy cociente que los alimentos están costosísimos, que es mucha la gente a la que se desea invitar, la falta de sincronización en la cocina, los coleados y que en última instancia se podría alegar que no invitan a uno a comer. Pero la realidad, es que si se está promocionando un festival gastronómico, un restaurant o un producto referido a la comida, este es un error que hay que evitar, además del tiempo de espera para servir.
Lo digo a manera de crítica constructiva, sin ánimos de hacer señalamientos. En su momento se lo he comentado a los organizadores, así que no me queda el remordimiento de habérmelo callado, pero creo que es importante revisar el servicio, las cantidades y el trato a los invitados. Eso sí, nunca falta el alcohol, la buena vibra y los panas, entonces tampoco debería faltar la comida. Pensarán, esta Vanessa si es «lambucia», a lo que respondería «sí, me gusta comer», odio pasar hambre incluso como algo antes de salir de mi casa, porque bien decía mi papá que uno nunca sabe con lo que se va a encontrar. Además, cómo hablar o recomendar un lugar sino tengo ni idea de lo que ofrecen, de su propuesta gastronómica, de sus sabores, de las combinaciones, del servicio, porque yo no soy una transcriptora de notas de prensa, ni en mi blog ni en las revistas en las que colaboro.
Para variar, puede que me meta en tremendo lío por estas palabras, pero en voz baja se escuchan todo el tiempo estas quejas. Tampoco es nada grave, creo que con un poco de voluntad se puede solucionar, estando atentos para que no suceda.

Vanessa Rolfini Arteaga
Vanessa Rolfini Arteaga
Comunicadora social y cocinera venezolana dedicada al periodismo gastronómico. Egresada de la UCAB con estudios de especialización en la Universidad Complutense, de crítica gastronómica en The Foodie Studies y entrenamiento sensorial en la Escuela de Catadores de Madrid. Actualmente, redactora en Sommelier y columnista del diario Correo de Perú. Conductora de rutas gastronómicas y editora de guías. Experta catadora de chocolates.

2 COMENTARIOS

  1. Te secundo en este comentario, a veces es falta de coordinación o comnicación no creo que sea algo premeditado. La música, la decoración y hasta la bebida son elementos que ya están o pueden estar en pocos minutos. La comida depende más de quien está a cargo, sobre el momento de empezar, la frecuencia, etc. Un buen mesonero es clave en esto, es el mejor encuestador. Por cierto, tenemos una gran amiga en común, la sra. Vallita. Sds.

  2. Estoy en absoluto acuerdo contigo, porqué si estamos en esta movida de apoyar y hacer crecer nuestra cultura gastronómica entonces hay que comenzar por hacer las cosas bien, no hay excusas.A mí ya me ha pasado igualmente en varias oportunidades y como bien sabes, no habló de los que no he probado, vivido y experimentado, como en el caso de Madero, que los «buenos chicos» me preguntaron sobre mi opinión de su cocina y la verdad es que les contesté que no escribiría nada hasta no conocerla. yo tampoco soy transcriptora de gacetillas y este problema está pasando más seguido de los que esperamos, así que tanto los organizadores, como los hoteles tienen que ponerle atención al asunto porque los criterios no se compran a punta de alcohol.

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