Astrid y Gastón: relanzamiento o nuevo menú?


Cebiche Chiflero


Anticucho de pulpo. Marinado en Ají panca y chimichurri de ajo, sobre papitas al mortero piquillo


Degustación Peruana: Arroz con leche, Picarón clásico y suspiro limeño.

Fui invitada a un almuerzo en el famoso restaurant Astrid y Gastón, ubicado en Caracas. Siempre he escuchado excelentes comentarios sobre el lugar, además su alma y cabeza a nivel internacional, el peruano Gastón Acurio, es muy respetado y seguido por los adeptos de la gastronomía.

La convocatoria era a las 11 y 45 a.m., pero debido a una tranca descomunal en Las Mercedes llegué a la cita casi a la una de la tarde. Primera vez que visitaba este restaurant, así que no tengo punto de comparación, solo voy a narrar mi visión del evento.

El lugar es encantador, un ambiente de muy buen gusto, una sala amplia, iluminada, en el primer piso con la cocina a la vista y un segundo piso igualmente bello. Como siempre en estos eventos estaban muchos amigos y conocidos. Pasadas las una y media invitaron a pasar al salón Gastón, que tiene capacidad para más de 50 comensales. Entre acomodos, más comensales de lo esperado, mesas colocadas a última hora, afinación de los equipos de transmisión, pasó más de media hora.

Poco después de las dos de la tarde, dieron la bienvenida. Presentaron al chef quien estaba en la cocina pero por un sistema de video de transmisión en vivo, saludaba a los presentes y explicaba el menú, mientras Melín Gessen le hacía preguntas y él respondía. En ese momento, bajé a la cocina a hacer algunas fotos y para mi sorpresa no vi gran movimiento, es decir algunos platos colocados sobre un mesón, unas pocas ollas y estaban atendiendo las comandas de algunos clientes en la planta baja.

Eran más de las dos y media cuando sirvieron el primer plato de los siete que anunciaba el menú. Un cebiche chiflero, muy sabroso, bien logrado y fresco solo que después de más de dos horas de espera yo estaba que veía a la gente como pollos y cuando llegó la cestica de pan no tuve piedad, ni compasión con ella.

Cuarenta minutos después sirvieron un Anticucho de Pulpo, muy sabroso con un puré de papas amarillas muy rico, lindamente presentado.

Cuarenta y tantos minutos después sirvieron un Aguadito Marinero al Ají Amarillo, una sopa con mariscos, maíz tostado y arroz. Como eran más de las tres de la tarde, gran parte de los invitados ya se había ido para entonces, y es comprensible, si invitan un miércoles al mediodía, la mayoría de la gente se fue desde su oficina considerando tomarse una hora extra de almuerzo, pero si estás ahí más de tres horas y solo ten han servido dos entradas, solo había que hacer un simple cálculo para entender que a ese ritmo el evento no iba a terminar antes de las cinco de la tarde – como efectivamente pasó – entonces, entre el hambre y el trabajo pendiente en la tarde, más de uno agarró sus cachachás y se fue sin ni siquiera conocer la propuesta.

Luego siguieron, siendo el mismo tiempo de espera entre plato y plato: lomo saltado de temporada, curvina a lo macho andino, pollo de corral a la brasa nikkei y de postre: degustación peruana que consitió en picarón clásico, suspiro limeño y arroz con leche.

Yo entiendo el esfuerzo que hicieron en el restaurant por atender a sus invitados, pero no pueden tener a alguien allí toda la tarde entre semana, ni dejar pasar tanto tiempo entre plato y plato, el almuerzo se hizo infinito, tedioso, llegué a tener la sensación que no iba a acabar nunca. He pensado mucho en lo que sucedió allí, y mi primera conclusión es que una cosa es trabajar bajo sistema de comandas y otra servir más de 70 platos iguales, lo cual exige trabajar en serie. No es primera vez que me pasa esto en un evento, pero nunca ha sido tan evidente, la primera explicación puede ser que fueron más invitados de los esperados, pero igual después del segundo plato solo estaban la mitad de los invitados y el ritmo en el servicio se mantuvo.

Además creo que ofrecieron un menú muy ambicioso, solo con dos entradas, un principal y el postre era suficiente. Sobre la comida no quiero hacer mayores comentarios, pero hubo más show que almuerzo y eso es una lástima.

Lamento ser tan dura en esta nota porque no tengo queja de los anfitriones, ni del servicio, pero algo pasó en la cocina. Se confiaron? falta de planificación? o fue a drede y yo no lo entendí así? Prometo regresar en algún momento, en otras condiciones, con tranquilidad, sin la presión de la cámaras, sin 70 comensales a punto de golpear las mesas con los cubiertos atormentados por los gritos de sus estómagos. En ese caso comentaré paso a paso el menú y prometo ser muy justa.

Vanessa Rolfini Arteaga
Vanessa Rolfini Arteaga
Comunicadora social y cocinera venezolana dedicada al periodismo gastronómico. Egresada de la UCAB con estudios de especialización en la Universidad Complutense, de crítica gastronómica en The Foodie Studies y entrenamiento sensorial en la Escuela de Catadores de Madrid. Actualmente, redactora en Sommelier y columnista del diario Correo de Perú. Conductora de rutas gastronómicas y editora de guías. Experta catadora de chocolates.
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