Una taza de café Smaak me recuerda ese café venezolano de hace algunos años: muy aromático, fuerte y delicado en el paladar pero con la fragancia de un perfume de flores blancas y chocolate. Así era nuestro café y gracias a Dios, hay gente ocupándose que no se pierda como Café Branger, Carbone, Café Azul, Biscucuy entre otros. Para nadie es un secreto que tengo una debilidad por el café, cultivo con extremo cuidado su consumo, por eso reconozco la calidad cuando me la encuentro.
Café Smaak es el proyecto de dos maracuchos, José Araque y Daniela Soto, quienes comenzaron haciendo salsas para pastas (negocio que aún mantienen), pero por esas cosas de la vida empezaron a vender café procedente de Zea, una población del estado Mérida.
Hasta que un encuentro con Paramaconi Acosta, los llevó a una especie de acto de contrición sobre lo que vendían. Decidieron prepararse, asesorarse y buscar, hasta que encontraron el café de sus exigencias en La Azulita, en la misma región andina.
La Azulita está ubicada a 1100 metros sobre el nivel del mar, se cultiva el café tipo arábica, se recoge a mano y beneficia el mismo día (es decir, se selecciona, despulpa y lava la semilla), para luego un secado a patio que lleva de 6 a 9 días. Les cuento que cuando se revisan algunos estándares de la Organización internacional del Café para la clasificación «gourmet», se exigen entre muchas cosas, todas la prácticas antes mencionadas.
Smaak significa «sabor» en holandés, un vocablo que gusta a José y Daniela, diseñadores gráficos de profesión y que han puesto sus destrezas a la orden de un bello empaque. El café tiene un tostado medio, lo venden por encargo, en empaques de 200g. Hay que llamarlos por teléfono o contactarlos por tuiter. Le preguntarán si lo quiere en grano o molido, en ese caso, también le preguntarán la manera de preparlo en casa, es decir, colado, cafetera eléctrica, greca o en una prensa francesa (como la de la foto).
Para quienes viven en Maracaibo se hace entrega a domicilio, y para el resto del país por encomienda.
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