Si sales de Venezuela no escaparás del hambre. Se trata de una patología adquirida para siempre, que cambia tu manera de relacionarte con lo que te llevas a la boca. Sobrepasa el dolor físico que produce el acto de pasar hambre, porque se padece de muchos modos. En días recientes, la doctora Marisol Ramírez de Psicólogos Sin Fronteras explicaba las consecuencias mentales que trae esta carencia, en un foro organizado por la Fundación Bengoa y Fe y Alegría.
Ramírez explicaba que el hambre produce rabia, miedo, tristeza, angustia y ansiedad, que desdibujan roles y dinámicas sociales, y que nos empequeñece. Pero yo lo llevaría un paso más allá, porque se convierte en una cicatriz que ese porta para siempre. Me explico mejor y antes quiero aclarar algo, jamás he pasado hambre física, ni siquiera cuando he intentado hacer dieta, por eso jamás he concluido una con éxito. Me encanta comer y vivo de eso.
Pero en Lima han saltado comportamientos que me han sorprendido a mi misma. Por ejemplo, me produce extrema angustia ver que se bote o sobre comida, tiendo a acumular aunque se que puedo volver al supermercado cuantas veces desee, incluso me he encontrado juzgando a la gente a mi alrededor porque sin reservas desecha la comida que no desea. Siempre me costó entender a los paisanos de mi papá que tenían grandes despensas en sus casas donde almacenaban cantidades exageradas de comida, ahora lo veo con claridad: pasaron hambre.
El día de la celebración de las fiestas patrias una mesa a rebosar de platillos deliciosos casi me causa mareos. Era tanta la comida que hasta sentí cierto rechazo y aún más cuando vi todo lo que sobró, porque era tal la cantidad que la mayoría de los comensales repitió y todavía quedaba para un par de rondas. En un primer momento, me encantó aquella mesa repleta de manjares, pero la euforia derivó en una gran tristeza y nostalgia. Una nostalgia por la celebraciones de la propia patria, recordé nuestra coloridas mesas navideñas y de cualquier celebración que ahora son tan cuesta arriba de realizar, cuando es posible hacerlo. Es que hasta noté un atisbo de envidia en mi corazón. La estocada del día llegó con comentarios privados a la fotos publicadas en mis redes, no eran reclamos sino de profunda añoranza. Difícil de explicar, pero algo cambió.
El hambre sobrepasa los anaqueles del supermercado y hasta la extraña sensación de tener de dónde escoger. Pensando en la película Intensamente, es como si se creó la isla del hambre en mi cabeza, que ha cambiado la relación con la comida y la bebida.
Les pongo otro ejemplo, que pasa en Venezuela – salvo chavistas bien enchufados, boliburgueses y militares – el resto de la población pasa hambre. Veo gente disculpándose por publicar fotos de platos sencillos y diciendo o escribiendo cosas como «no crean que soy rico», «no estoy enchufado pero.. «, «discúlpenme, pero me di el gusto». Uno podría pensar que se trata de foie gras, champagne, Armañac, salmón noruego, caviar beluga, entre otras costosas delicatessen, pero no … se refieren a preparaciones simples y populares. En días recientes un amigo de Coro perteneciente a mi generación, ingeniero civil de los mejores publicaba una foto de desayuno dominguero con la siguiente nota: «Comparto esto a mi propio riesgo. Quien lo vea pensará que soy de una clase privilegiada, pero lo cierto es que tenía mucho tiempo sin desayunar tan completo. Un plato con caraotas, cazón, queso rallado, huevos revueltos con jamón, aguacate y una arepa pelada es ciertamente un gran privilegio por el que hay que estar agradecido». Eso es una secuela del hambre, la sensación de angustia y de culpa. Yo sentí mucha tristeza y rabia.
Tal vez no lo vemos, pero pasa a diario, cuando alguien cocina platillos que antes eran cosa común como quesillos, tortas, tres leches, suspiros, rellenos de arepas, asados, pabellones y pare de contar. El hambre también produce tristeza que se vive a través de la nostalgia. Se instaló en nuestra vida y cultura y pasará mucho tiempo antes que desaparezca, es posible que mi generación no lo vea.
El gran mérito chavista ha sido empobrecer en todo sentido a un país rico en época de abundancia. La contraparte de esto es que lo superaremos. Miro a Perú, lo sucedido con la Europa de la post guerra, incluso China donde se vivió la hambruna más grande de la historia reciente. Pero todos tienen en común – quien lo vivió – que el hambre dejó su marca. No se olvida, llegó para quedarse, incluso cuando la superemos. El hambre ha dejado de ser un asunto de geografía, porque también se empaca y acomoda en las maletas de quien «se va».