Dátiles margariteños o caribeños, lo cierto es que la isla está llena de plantas de dátiles que seguramente alguien trajo hace muchos años. En la mayoría de los casos, les dan uso ornamental, porque son un tipo de palmera resistente, grande y muy linda. Pero en la población de San Juan Bautista, en medio de una entrevista, entendí que aquella bolsa llena de frutos frescos que me hicieron dudar, con la que me topé en el mercado de Conejero, eran dátiles. Esos que-no-se-por-qué-motivo asocio con el Lejano Oriente y el norte de África, pero inconcebible en mi mente que crecieran en este lado del mundo (ignorancia mía).
Vi la planta repleta de frutos entre color rojo y coral, algunos un poco más maduros de un tono canela brillante y pregunté «¿Son dátiles?». Como si se tratara de lo más natural del mundo me respondieron que sí, con la explicación que la isla está plagada de esta fruta. Después recordé que en el menú de Mondeque (el restaurant de Sumito) hay un postre que los lleva.
Lo cierto, es que los dátiles son relativamente pequeños, pero gustosos, dulcísimos, suaves, en la boca se deshacen como si fueran un trozo de jalea, así que la semilla queda limpiecita sin mucho esfuerzo. Tienen un sabor que queda por largo rato en la boca, incluso ya empalagada pedí un vaso con agua, y al primer sorbo se reavivó el sabor. Así que decidí incluir dátiles en el postre del menú que estreno este jueves.
Esta foto la tomé en el mercado de Conejero, bolsitas plásticas llenas de dátiles, mezcladas con piñonates y conservas.