El hambre superó el tema de la violencia en Venezuela

El hambre nos explotó en la cara. Las señales durante meses han sido inequívocas. Empresarios, productores, organizaciones no gubenamentales, analistas, médicos, educadores, economistas, estadistas, periodistas , entre otros profesionales, han alertando sobre el tema contra un gobierno que insiste en un discurso donde afirma aquí no está pasando nada, peor aún,  lo contra resta con cinismo.

La Fundación Bengoa y Cesap realizaron un foro llamado «el hambre y la escasez en Venezuela». Para mi sorpresa había más de 150 asistentes en un salón que a todas luces les había quedado pequeño. Sin duda el hambre es el tema que más nos preocupa a los venezolanos en este momento. Tal como expresó Marisol Ramírez de Psicólogos sin fronteras, «el hambre superó el tema de la violencia en Venezuela».

Todas las ponencias eran un fotografía triste y preocupante de la violencia alimentaria que padece la población venezolana día a día. Toda nuestra vida gira en torno al hambre y la comida, y la noticia es que nadie está a salvo porque de una u otra forma nos alcanzó a todos. Está presente en la deserción escolar de alumnos y maestros, violencia doméstica, enfermedades, los altos índices de desnutrición (incluso algunas cifras arrojan muerte por este motivo), desarticulación de actividades deportivas y culturales, ausencia laboral, tristeza, depresión, rabia, impotencia.

La profesora Luisa Pernalete de Fé y Alegría, hizo un descarnado relato sobre la situación en esta red de centros en todo el país. Dio un paseo por comunidades rurales y urbanas de todo el territorio, donde las historias se repiten: niños que no los mandan a la escuela para que duerman toda la mañana y no tengan necesidad de desayunar, niños que se comen los residuos de las meriendas de otros niños, alumnos que solo van a clase cuando hay comida en el comedor, desmayos, la suspensión del equipo de futbol en una escuela en Petare (Caracas) porque los infantes no tienen energía para jugar, maestros y personal administrativo que renuncia porque no pueden vivir con su sueldo, como bien dijo «ahora tenemos que ocuparnos de todos, incluso financiamos la compra de algunos alimentos y luego nos arreglamos con los maestros. Algunos maestros también van a trabajar sin comer».

«El hambre ya no es un problema focalizado, está en todas partes. Ha crecido. Y no hay respuesta del gobierno sobre el tema. Incluso nos obligan a  cumplir con objetivos que bajo estas circunstancias son imposibles, y hasta nos cuestionan que permitamos que eso suceda», añadió Pernalete, quien recitaba con incredulidad los insumos que llegaban por parte del Estado a comedores escolares, como por ejemplo una escuela en la Península de la Goajira donde enviaron solamente 30 melones y 50 piñas y algunas patillas, para una escuela de 150 niños con la pretensión que eso durara una semana. Además agregó, «esto se mezcla con la violencia que viven a diario, que sigue ahí, solo que ahora también tenemos el problema del hambre».

De la intervención de Pernalete me conmovió su honestidad, lo sentida de sus palabras, no utilizó ni una lámina y realizó un recorrido de memoria por cada escuela de Fé y Alegría y sus tragedias, que se repiten en otros centros educativos, porque la sala estaba llena de docentes, religiosos, activistas sociales, incluso trabajadores públicos, y las caras de la audiencia eran una mezcla entre la no sorpresa y la preocupación.

Miedo, tristeza, rabia y duelo

La intervención de la psicóloga Marisol Ramírez se llamó «el hambre y sus repercusiones en la salud mental, como desencadenante de las emociones negativas del venezolano». En este caso, dividió sus efectos vinculados a tres aspectos: el primero fue a miedo, que se manifiesta a través de la ansiedad, el temor a que la comida se acabe o disminuyan el tamaño de las porciones, la angustia que genera no poder encontrar o comprar los alimentos.

Luego relacionó el hambre a la tristeza que produce ensimismamiento, desmoronamiento de los roles sociales cuando, por ejemplo, los padres no se sienten en capacidad de alimentar a sus hijos; nostalgia por lo que se comía, negación de las alternativas personales de sobrevivencia, que en muchos casos derivan en una sensación de sacrificio como solución, es decir, quitarse la comida de la boca para dársela a los hijos, o renunciar a una de las comidas, entre otros ejemplos. «El hambre produce duelo y dolor por una pérdida que no se sabe cómo restablecerla», afirmó Ramírez.

El tercer aspecto está relacionado a la rabia, que se expresa en impotencia. Y si bien la rabia es un sentimiento que nos mantiene alertas, en este caso genera irritabilidad, reactividad y conflictividad. «Por eso la gente anda de a toque, todo el mundo está molesto. Nos enfrentamos a una situación que nos arropa y no podemos resolver. El hambre ha destruido el bienestar colectivo, nos hemos quedado sin positividad, nos empequeñece», sentenció.

Citó al padre José Virtuoso sj., quien en una conferencia expresó «estamos en guerra, el gobierno nacional le declaró la guerra a la sociedad venezolana». Ramírez expresó que el hambre ha traido altas dosis de rivalidad, exclusión y desconocimiento del otro y sus necesidades.

Finalmente, la nutricionista Susana Raffalli se refirió al marco legal que debería proteger a la población venezolana contra esta situación, citó leyes, tratados, convenios firmados por nuestro país. Pero de su ponencia saco dos grandes conclusiones: la primera es que el hambre ha destruido el tejido social y por último, que definitivamente se ha instalado como una manera de ejercer control social.

Raffalli enfatizó que la alimentación es un derecho, y que el Estado tiene que garantizar disponibildiad, accesibilidad a los alimentos, que respondan nuestros hábitos y cultura. Citó un reciente estudio de Datanálisis donde se afirma que hace un par de años el venezolano invertía 5 horas semanales en adquirir alimentos, actualmente la cantidad ha subido a 28, también se refirió a la criminalización que ha hecho el gobierno de todos los actores de la cadena productiva y de distribución de alimentos, entre otros aspectos.

La buena noticia en todo esto -si la hay – es que el entramado de organizaciones sociales está alerta y activadado, buscando soluciones, ideando dinámicas que permitan sobrevivir a esta situación, documentándose, informándose, creando alianzas, con la claridad que no se cuenta con el apoyo del Estado, muy por el contrario es el gran obstáculo a vencer. Todos los ponentes coincidieron que la única manera de salir de esto es participando activamente de uno u otro modo, con redes de apoyo y no perdiendo la esperanza ni la capacidad de lucha.

Vanessa Rolfini Arteaga
Vanessa Rolfini Arteaga
Comunicadora social y cocinera venezolana dedicada al periodismo gastronómico. Egresada de la UCAB con estudios de especialización en la Universidad Complutense, de crítica gastronómica en The Foodie Studies y entrenamiento sensorial en la Escuela de Catadores de Madrid. Actualmente, redactora en Sommelier y columnista del diario Correo de Perú. Conductora de rutas gastronómicas y editora de guías. Experta catadora de chocolates.
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