En abril arranca la temporada de mango en Venezuela. Desde marzo los frondosos árboles se llenan de millones de flores, mientras la cabeza y las papilas comienzan a evocar recuerdos y sabores. Ciertamente, esta fruta da para todo, se come el mango verde, pintón y maduro pero como cosa curiosa son pocos los platos venezolanos que lo incluyen como ingrediente.
Recientemente en La Floresta pisé un par de mangos que se podrían en suelo y al alzar la vista los árboles estaban cargados. Cosa común en el valle de Caracas donde hay miles de mangos en plena vía, en jardines públicos y privados, en las riberas del Guaire y en el Ávila.
Parece lógico que en medio de tanta escasez se viera la fruta como una alternativa nutritiva, sabrosa y gratuita. Pero no es así. Pasó a ser noticia cuando recientemente golpeó la cabeza del jefe de Estado, quien luego salió con el cuento, que una señora había escrito sobre la piel de la fruta la solicitud para una casa(*).
Pero el frustrado «manguicidio» terminó pareciendo un mal chiste, más allá que dentro de la lógica de cualquier venezolano, se entiende que en determinadas épocas del año, un mango puede ser un arma mortal. Sí, lástima que era de bocado y no una inmensa, jugosa y exótica manga de injerto.
Pero la sorpresa llegó a mi mesa en días recientes, cuando Elianora de Artesanías Amatiel dejó en mi casa para mi valoración, un frasco de mermelada de «mango verde, mango maduro y guindilla». Más allá que los productos de esta artesana son de impecable factura, resultó una combinación fantástica, cuando la dulzura del fruto maduro con la astringencia del verde, lo convierten en un juego para las papilas que de sopetón tienen que conjugar al unísono toda suerte de vivencias y sensaciones.
El golpe de efecto lo aporta la guindilla, con un picor que redondea, sorprende y aporta una frescura no común en toques picantes. Así, este manjar se convirtió en la mejor compañía de sabores amargos y ácidos viniendo a recordarnos que, en este país desquiciado, la dulzura es un asunto afín a lo salado.
La confitura bailó pegado con unos tequeños de masa hojaldrada de Las Tías, en una dupla imbatible que se acompañó con Pomar Brut. Una mesa de sabores y platos locales, que rozó con descaro combinaciones globales.
Finalmente, una receta se atrevió a pasar el umbral de las jaleas, jugos y helados, sin necesidad de excusar el uso distinto a la culinaria de otras culturas. Un producto que aprovecha creativamente este regalo de la naturaleza que damos como asunto cotidiano, casi sin valor, cuya presencia raya en el aburrimiento.
Qué mal agradecidos somos con el mango y que ciegos con sus potencialidades.
SERVICIO PÚBLICO: quienes deseen experimentar un momento feliz, pueden llamar a Artesanías Amatiel al 0414 254.7189.
(*)Para los interesados la página El Estímulo narra la historia del mango maduro de la historia
Reblogueó esto en Memorias de la cabray comentado:
Muy oportuno…