El insulto comienza cuando se agotan los argumentos. Fue mi primer pensamiento cuando leí la carta del «otro» Antón Ego, dirigida al periodista Miro Popic referente a su texto Los Telecocineros. Sí, una práctica común en la rojita Venezuela, donde las discusiones de altura, inteligentes, argumentadas, enriquecedoras y pensadas, podrían formar parte del libro rojo de las especies en extinción.
Me cuesta creer que para refutar una opinión, haga falta utilizar un lenguaje que raya en lo burdo, en lo grosero. Pero más me preocupa que no se respete la opinión del otro, es decir, o estás conmigo o en mi contra. Asombroso, que no solo se limitó a escribir en la página de Miro Popic, sino que se tomó la molestia de enviarla a las direcciones de correo, de mucha gente relacionada con el medio gastronómico.
Expreso mi preocupación en voz alta por dos motivos: la primera viene enfocada sobre el tema de la libertad de expresión. ¿Acaso Miro Popic no está en su derecho de expresar que determinado hecho le agrada o no? ¿Cúal es el problema? Leyendo el texto de Popic, solo encontré ideas y opiniones muy interesantes, con las que puedo o NO estar de acuerdo, pero que me hicieron reflexionar. Entonces, cúal es la molestia de este «doble anómimo» (porque se escuda bajo el nombre de un primero que hace mucho no escribe). Si se sentía agredido, me hubiese encantado leer sus argumentos, y no una seguidilla de descalificaciones, además de algunas referencias sobre los señalados por Popic en cuestión, que poco o nada sumaron a su queja.
En segundo lugar, creo que la trayectoria de un profesional como Miro Popic se respeta. Cuando muchos de los que hoy estamos inmersos en el mundo de la gastronomía, usábamos franelita azul o blanca, este periodista escribía sobre el tema. Cuando en nuestros anaqueles no se contaban más de 20 etiquetas de vino (salvo las grandes etiquetas que solo se descorchaban en las mesas de comensales con un fuerte poder adquisitivo), Popic tecleaba sobre los sucesos gastronómicos. La formación en la fuente gastronómica (al igual que en cualquier fuente del periodismo), requiere disciplina, tiempo, observación, dinero y mucha lectura. A diferencia de lo que se puede pensar por esos caminos de Dios, que basta con hacer dos o tres cursos sobre bebidas y visitar unos cuantos restaurantes para considerarse experto en el tema.
Profesionales como Popic son responsables del boom gastronómico de estos días, porque desde hace mucho han trabajado con disciplina en la difusión seria, argumentada y sustentada del tema. Hoy el insulto fue contra Miro Popic, pero nadie está a salvo. Así que mi temor pende frágilmente de la confianza de la buena educación y respeto por las opiniones de los demás.
Pero lo que más me preocupa, es la reacción de mucha gente que en privado se alegró de lo sucedido. No podía dar crédito a correos donde enlazaban los textos de Miro y del «otro Antón», con comentarios como «vieron cómo le dieron a Miro», «lee cómo le pegaron durísimo a Popic» y otras expresiones que prefiero no mencionar. Perdón, pero así no se construye país. Este es un medio pequeño, que está pasando por todo tipo de dificultades y considero ilógico prestarse a esa dinámica morbosa y perversa de descalificación, que atomiza y destruye. Opiniones provenientes de personas que en su momento, pueden llegar a enloquecer a cualquiera, con la insistencia que le promocionen alguna actividad que están realizando, las leía con asombro en redes sociales públicas y privadas apoyando este tipo de acciones.
Creo en la crítica, en la confrontación inteligente de puntos de vista, en la diversidad de opioniones. Una prueba que sí se puede llevar a cabo, fue el intercambio de ideas entre Vladimir Viloria y Sumito Estévez, cuando el chef anunció a destiempo los premios de la Academia Venezolana de Gastronomía. Una discusión de altura, inteligente de la que nos beneficiamos todos, porque mucho se aprendió. Lamentablemente, en Venezuela la tolerancia a la crítica no supera el milímetro de profundidad sobre la superficie.
Mi solidaridad nos es solo con mi colega Miro Popic, sino con todas las personas que estén dispuestas a expresar su opinión en términos de respeto e inteligencia, lo demás son palabras que carecen de importancia.