La guerra del shawarma

Esta historia comienza con un turco y un sirio, a quienes unían dos intereses y una circunstancia: los buenos negocios, la buena mesa y hacer vida en la misma zona de la ciudad. El turco se llama Muharren Hayta, llegó a Venezuela como personal de seguridad de la embajada de Turquía, pero se sintió tan a gusto en el país, que se hasta se hizo novio de una venezolana. Renunció a su trabajo y se dedicó al comercio, al punto que montó una tienda de objetos procedentes de su tierra de origen en la avenida Victoria.

Por otra parte, Alberto Doch es de origen sirio, regenta desde hace muchos años una ferretería en la misma zona, pero siempre quiso montar un restaurante.

Así que un día en esas conversaciones típicas entre vecinos que se encuentran en la calle, – tienen que entenderse en español único idioma común -, uno le comentó al otro que se desocuparía un local al lado de la ferretería y que le gustaría hacer algo allí. El turco palabras más, palabras menos, le expres¡ó su deseo de unirse a ese negocio. Le comentó que tenía los contactos para traerse de Turquía no solo los equipos, sino que conocía a la persona idónea para eso, un cocinero llamado Orhan Sevina, quien desde muy niño ha ejercido el oficio y estaría dispuesto a cruzar el océano, en pos de una vida mejor con su familia.

Lo cierto es que pasaron varios meses, poco a poco le fueron dando forma a la idea, hasta que un día, en mis compras habituales en el El Rincón del Grano, pregunté qué negocio iban a montar al lado y me explicaron que un restaurant de comida turca. Acto seguido me presentaron a Alberto y quedamos en una entrevista para el día siguiente, porque ya estaban próximos a la apertura.

Acompañados de una infusión turca llamada shai, Alberto y Muharren me presentaron el proyecto, que comenzaría con los shawarmas, pero se extendería a un restaurante, una pastelería, una heladería con helados hechos con leche de cabra, desayunos y en algún momento llegar a funcionar las 24 horas.

Finalmente, abrió al público Ataturk Doner Kebab, un lugar de dimensiones modestas, estrecho pero largo. Decorado con banderas y mobiliario turcos, los colores blanco y rojo, y por supuesto los equipos para elaborar los deliciosos shawarmas. La respuesta del público fue inmediata, se hacíann largas colas desde el primer día.

Orhan Sevino, es cocinero desde los 12 años de edad, apenas está aprendiendo español y profesa la fe musulmana. Todos los domingos se va al matadero y sacrifica la res tal como lo especifica su religión, sin que el animal sufra y luego cuidan que la carne no tenga una gota de sangre. La sazón turca es distinta a las libanesas y sirias, ya tan conocidas por el paladar criollo. Es ligeramente dulzona, muy especiada pero con un toque de canela que cuesta identificar a la primera.

Pero algo sucedió, de un día para otro apenas a pocas semanas de la apertura, el local amaneció cerrado y no volvió a abrir hasta pasados más de dos meses. Resulta que los socios tuvieron como dicen las actas de divorcio, «diferencias irreconciliables». Admito públicamente que me conozco el cuento a detalle, pero eso no es asunto de este blog. Lo cierto es que Alberto Doch se quedó con el local y el cocinero. Y Muharren Hayta con todo lo demás.

Ahora, casi frente a frente, funcionan dos locales de comida turca. El original ostenta un nombre distinto pero mantiene las palabras «Doner Kebab». Compraron equipos nuevos, rehicieron la carta y hasta se trajeron una cocinera de la capital turca quien hace delicias, como el kibbe horneado jugoso y con almendras fileteadas tostadas y pasas en la carne. Por su parte, MuharrenHayta abrió Estabul Kebab, también se trajo a un par de cocineros – tampoco hablan español -, colocó unos maniquíes en plena acera con traje típicos turcos, y además vende a precios por debajo de su competencia. Ambos locales se la pasan llenos, de vez en cuando hasta cierran más temprano porque se acaba el inventario del día.

La oferta en ambos lugares es básicamente la misma, pero con amplias diferencias de sazón y concepción. Ofrecen shawarmas rellenos de pollo, res o mixtos. En el caso de Estambul Kebab también se pueden pedir rellenos de falafel y papas fritas, pero los primeros también venden otras delicias turcas y de vez en cuando, algunas sirias que prepara la hermana de Alberto.

No puedo negar mis preferencias, pero he decidido no hacerlas públicas e invitarlos a darse una vuelta por la avenida Presidente Medina, o Victoria como se le conoce popularmente. Por una suma casi irrisoria disfrutarán las delicias turcas, cuya competencia solo ha beneficiado a los comensales: mejores precios, calidad y variedad.


Orhan Sevina, cocinero de nacionalidad turca. Está en el oficio desde los 12 años.


Estos maniquíes indican a pleno sol y en plena vía la ubicación de Estambul Kebab


Con menos de dos semanas funcionando, en el extremo este de la avenida abrió «Alí Babá y sus 40 shawarmas», los dueños son venezolanos, se trajeron a un cocinero libanés y preparan shawarmas sabrosos y mucho más económicos, pero no tienen nada que ver con los turcos.

Vanessa Rolfini Arteaga
Vanessa Rolfini Arteaga
Comunicadora social y cocinera venezolana dedicada al periodismo gastronómico. Egresada de la UCAB con estudios de especialización en la Universidad Complutense, de crítica gastronómica en The Foodie Studies y entrenamiento sensorial en la Escuela de Catadores de Madrid. Actualmente, redactora en Sommelier y columnista del diario Correo de Perú. Conductora de rutas gastronómicas y editora de guías. Experta catadora de chocolates.
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