Lo importante en la mesa navideña

¿Ha cambiado nuestra mesa navideña?, ¿se mantiene tan tradicional como siempre?, ¿si falta un ingrediente o se incorpora uno nuevo se mantiene su espíritu?

La mesa navideña venezolana es especial y se destaca de otros países por la extensa variedad de platos específicos para la ocasión. Se pasea por variedad de carnes, panes, postres y hasta cuenta con su propia bebida. Tan importante es, que cocineros y comensales no la pierden de vista durante todo el año y toman todas las previsiones necesarias.

La mayoría de sus preparaciones exigen cuantiosos recursos económicos y humanos. Por ejemplo, la elaboración de una hallaca amerita un promedio de dos a tres días, para una receta que en los casos más austeros lleva un mínimo de doce ingredientes, pero que pueden ser muchos más. Además de una numerosa mano de obra, que en consecuencia le da ese rasgo único de unión familiar.

Nuestra despensa de productos ha cambiado. Se hace cuesta arriba incluir ingredientes importados por sus altísimos precios. Inimaginable para la mayoría de los venezolanos espumosos, vinos, turrones, frutos secos y una que otra delicia decembrina. En algunos casos, algunas recetas han sufrido modificaciones importantes, que a fin de cuentas alteraran su sabor original.

Tal vez la ley de la compensación ha hecho que los espacios vacíos se llenen con nuevas propuestas. Por ejemplo, han surgido otras opciones como las que ofrecen las cervezas artesanales, con sabores armónicos al menú de fin de año o la bebida en sí misma, rememora la paleta sensorial que asociamos con estas fiestas. Seguramente, muchos optarán por sustituir la procedencia de las burbujas para recibir el 2016.

Otros ejemplos de nuevos integrantes son el cocuy, bebidas alcohólicas de frutas, patés elaborados con carnes nacionales o partiendo de embutidos como morcillas, quesos madurados, combinaciones excepcionales para mermeladas y jaleas, incluso, la creatividad nos ha llevado a pensar en extender los usos de frutas tropicales y del chocolate.

Ciertamente el menú para las fiestas de fin de año no lucirá tan fastuoso, ni rebosante en sabores y alternativas. La austeridad y la escasez harán sombra sobre la tradición, pero no debería hacerlo sobre la alegría. ¿Acaso nuevos productos y la ausencia de los más tradicionales son un motivo suficientemente fuerte para empañar lo que es realmente importante?

Los buenos deseos no dependen de una hallaca, champagne, turrones o jamones importados, dependen del corazón. Son medios que apoyan la celebración, pero no la celebración en sí misma. Que nada empañe la felicidad de sentarnos juntos a la mesa, el resto llega por añadidura.

Texto publicado originalmente en la columna Limones en Almíbar en El Universal de 19/12/2015

Vanessa Rolfini Arteaga
Vanessa Rolfini Arteaga
Comunicadora social y cocinera venezolana dedicada al periodismo gastronómico. Egresada de la UCAB con estudios de especialización en la Universidad Complutense, de crítica gastronómica en The Foodie Studies y entrenamiento sensorial en la Escuela de Catadores de Madrid. Actualmente, redactora en Sommelier y columnista del diario Correo de Perú. Conductora de rutas gastronómicas y editora de guías. Experta catadora de chocolates.
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