Algunas notas que están en mi libreta de apuntes y deseo compartir con el vino, la alegría y la fiesta aún corriendo por mis venas. Comienzo afirmando que el VII Salón del Vino Peruano cada año está mejor. He asistido a casi todos desde la primera edición y la evolución ha sido a pasos agigantados, lo cual, tiene un gran mérito porque en años recientes han pasado muchas cosas, como una pandemia, la crisis política y dificultades económicas. Pero el sector del vino y el pisco, con sus acuerdos y desacuerdos, ha sabido plantarse y demostrar que no solo es posible crecer, sino mejorar.
Catemos Perú
Catemos Perú es el concurso del vino peruano donde participaron todas las regiones productoras. Se efectuó con una organización impecable, que consideró todos los aspectos. Participaron 207 muestras en las categorías de vinos tranquilos, espumosos y fortificados. Se utilizó el sistema de evaluación del Organización Internacional de la Viña y el Vino, pero además hicieron algo muy importante, convocaron previamente a jornadas de estandarización de criterios entre los jueces que participaron. 30 jurados entre sommelier, enólogos y algún comunicador especializado, que asistieron a jornadas para despejar dudas sobre la ficha de cata y su aplicación. Pero lo mejor, fueron las charlas de los especialistas que explicaron circunstancias y características del terroir peruano, los posibles defectos, sus circunstancias. ¡Bravo! como diría el académico Castilla del Pino «del sobreentendido, nace el malentendido».
El lunes 17, todos muy puntuales, estaban distribuidos en varias mesas de cata con su presidente respectivo. Cada mesa con 5 miembros cató a ciegas 38 muestras. En un proceso bien conducido, sin espacio a improvisaciones, que le da credibilidad a los resultados mostrados.
Hubo varios invitados internacionales, como el equipo de Catador de Chile, cuyos comentarios y recomendaciones resultan valiosos. Le puse mucha atención a las apreciaciones de Pablo Ugarte en la sesión de presentación de los 29 mejores vinos de Catemos Perú y todas resultaron muy acertadas. También sumo la visión de sommeliers locales con experiencia internacional como Joseph Ruiz. Sí, hay que escuchar minuciosamente a los profesionales que catan vinos de todo el mundo, porque tienen una visión global y nos invitan a ver el paisaje completo.
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Los blancos se impusieron
En 2023 los vinos blancos han sido la gran revelación. En otros años quedaron un poco a la sombra de los rosados, especialmente, de uva Quebranta, que pisaron con fuerza desde el primer momento. Pero los vinos de Moscatel de Alejandría, Albilla, Torontel, Chenin Blanc y Sauvignon Blanc están en casi todas las regiones en el tope de los puntajes. Desde que hice la ruta de las tinajas que organiza Peruvino, me vine con la impresión que los vinos blancos tienen una gran oportunidad darle notas distintivas al vino local.
Por el motivo que sea, las marcas locales logran leer con facilidad sus uvas blancas, que además cuentan con condiciones climáticas beneficiosas y lo han sabido aprovechar, poco a poco, quedan atrás esos vinos sosos, muy dulces o con una acidez acética que asustaba, para dar paso a vinos aromáticos, bien ensamblados, con la acidez justa y perfiles precisos según la uva. Ahora el resto es mejorar y sostenerlo en el tiempo.
Lamenté no asistir a la charla del enólogo Luis Gómez sobre uvas patrimoniales en el valle del sol, que estuvo a casa llena y generó mucho interés. Anoche, a la salida estuvimos conversando un buen sobre el tema, y Gómez me decía que hay mucho interés, que esa información que compartió ha generado numerosas preguntas e intercambio de impresiones. ¡Bien!, ese es el objetivo de estos espacios de encuentro, conocernos y ver que nos enfrentamos a las mismas circunstancias.
Alianza moqueguana
La región de Moquegua y sus bodegas trabajaron en equipo. Se pusieron de acuerdo entre sí y con sus gobiernos regionales. El resultado fue una fiesta dentro de otra, durante tres días ofrecieron dulces moqueguanos, platos típicos, en sus charlas, por ejemplo, el expositor de una bodega Viejo Molino, Javier Coaila, al momento del maridaje, presentó el vino del Atencio Tapia y Albert Atencio hizo comentarios sobre el Malbec que se servía para armonizar con tamales de Moquegua. Esto demuestra que se gana mucho más cuando tratas a los otros bodegueros como tus aliados y no como competencia. ¡Bravo Moquegua!
Calidad en ascenso
Paulatinamente, se van destacando vinos con ciertos perfiles, lo cual, ha sucedido en poco tiempo. Por ejemplo, los tintos secos de Negra Criolla y los blancos secos de Moscatel de Alejandría y algunos ejemplares de Albilla y Torontel. También esto demuestra que las vides que por años se han entendido bien para producir pisco, ofrecen un potencial fuera de serie para vinos secos. Muchas bodegas además muestran año tras año que la calidad se mantiene, la tecnificación finalmente ha encontrado un punto de equilibrio con la tradición.
Quiero resaltar aquí algunos nombres de algunos enólogos venidos de otros países que le han impreso una mirada fresca, distinta y tecnificada, a un acervo vitivinícola que siempre ha estado aquí y que ha sumado mucho al talento local, como Pietra Possomai, Luis Gómez, Oscar Mancilla, Rodrigo Avilez y Claudio Martin (pido disculpas, seguro me he saltado algún nombre).
También los vinos elaborados con variedades tintas como Malbec, Cabernet Sauvignon, Tannat, Syrah van mostrando los perfiles que le imprime el terruño peruano, y es importante que los consumidores dejemos de hacer comparaciones, y de esperar que un Malbec peruano se asemeje a uno argentino, de hecho, si eso sucede, preocúpense.
Espero que tanto avance no encuentre descanso aún sobre una cama de laureles, muy por el contrario, se refuerce el trabajo, porque queda mucho por hacer, pero mucho. Así como hay vinos increíbles, también se encuentra todo lo contrario, esos que por años le han dado imagen negativa. Mi expectativa personal, es que en 2024 podamos decir se ha mejorado sustancialmente en referencia a 2023.
El salón del vino es mucho más que vino
El salón ha sido el espacio para foros, charlas, cenas con maridajes y un sabroso patio gastronómico, es decir, una agenda complementaria y necesaria. Esto enriquece la actividad, porque lo que se sirve en la copa alcanza otras dimensiones. Como reza del dicho «amamos lo que conocemos».
Un aparte a la sección Vino por Copas, un idea atinada para probar vinos de bajas producciones, experimentales, poco comunes pero que están abriendo posibilidades. Al frente John Donayre y su equipo en la barra.
Por cierto, la programación musical estuvo muy buena, con música para muchos gustos (agradezco la ausencia del reguetón), donde se bailó, cantó y aplaudió. El vino es una fiesta.
Sobre el carril correcto
El Salón del Vino Peruano dejó de ser una feria en una plaza (que nada tiene de malo), pero está creciendo como corresponde. Claro, el vino local se ha expandido increíblemente en años recientes, entre tantas cosas porque la pandemia le dió un impulso inesperado. Bien dicen que nadie sabe para quien trabaja. Lo cierto, es que el sommelier Pedro Cuenca y su equipo han tenido la suficiente paciencia, audacia y tino de entender lo que está pasando en un sector que desde hace años viene dando señales nítidas de cambio y crecimiento. Incluso, las bodegas más grandes y de tradición han hecho los cambios necesarios, a lo que se suma el trabajo de cientos de bodegueros más pequeños.
Hoy, domingo, tenemos la resaca de una fiesta bien merecida, tal vez la mayor vendimia del vino peruano en 2023 se produjo el fin de semana en el Centro Naval de Perú, pero mañana lunes continúa un trabajo de 365 días, que tiene que seguir apuntado al crecimiento, la calidad, la estabilidad, a encontrar su propia voz y a borrar esa mala imagen que ha tenido en el paladar y corazón de sus compatriotas. Que en la mesa local, donde se sirvan etiquetas de muchos países, se haga un espacio natural para el vino peruano con respeto y orgullo.
Nota final: queda mucha información en mi libreta de apuntes que poco a poco irá saliendo. Hay mucho que contar.