Lourdes Ramona Navarro, conocida por todos como “Moncha” nació y creció en Pecaya, caserío del municipio Sucre del Estado Falcón, famoso porque allí se produce gota a gota una de las bebidas originarias y emblemáticas de nuestra cultura: el cocuy.
Pecaya a su vez, le da uno de los apellidos más célebres a esta bebida, cuando en 2001 obtuvo la segunda Denominación de Origen – DOC –que le otorgaba el estado venezolano a un producto, desde entonces exhibe en sus etiquetas: “Cocuy Pecayero”. Pero la historia de Moncha está íntimamente relacionada con este destilado, su reconocimiento y vuelta a la legalidad.
Moncha es madre de tres hijas y durante años se desempeñó como cartera de Ipostel en Coro, hasta que la viudez tocó su vida y decidió volver a su terruño donde la crianza sería más sencilla. Descendiente de una familia de hacedores de cocuy, se encontró con un panorama desolador, porque en esos años los productores y sus familias eran perseguidos por la GN y víctimas de toda suerte de abusos.
Pero la determinación y ánimo de ayudar a los suyos la llevó a buscar ayuda en la autoridades regionales, hasta que un encuentro en la Universidad Experimental Francisco de Miranda la puso en contacto con la bióloga Miriam Díaz, con quien estableció una dupla que después de muchos años de esfuerzo, tozudez, constancia y determinación, ha logrado abrirle el camino de la legalidad a los licores artesanales venezolanos, más allá del cocuy.
Dueña de su alambique
Moncha es la única mujer – por lo menos en Falcón y estoy casi segura que también en Lara – dueña de su propio alambique, en el que produce la marca “Santa Lucía”, que con orgullo forma parte de las primeras ocho etiquetas con DOC. Es decir, toda una “maestra” o “master” del Cocuy.
De carácter dulce y firme, describe con aplomo y afectoel proceso de elaboración, lo narra como si le hablara a un amigo. Mezcla de conocimiento ancestral, experiencia y saber escuchar a los científicos con quienes ha tenido contacto. Produce un destilado de primerísima calidad y además es de las pocas personas que aún elaboran artesanías con las fibras de las hojas de agave, un arte llamado dispopo.
Moncha con su trabajo levantó a su familia, en conjunto productores, investigadores y amantes de esta bebida, es una líderes del proyecto que le está devolviendo el lugar merecido a un gran producto de nuestra gastronomía.
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