«RON DE VENEZUELA»


La única foto que pude tomar de los campos de caña de azúcar …. me quedé sin pilas.


Toneles esperando un cariñito


En estos tanques fermentan el jugo de caña


Dos tipos de alambiques


Alfonso Castillo, nuestro guía nos muestra una versión de Ron Diplomático que se venden en el exterior, aunque lleva por lo menos dos años en barrica, luego se filtra para que vuelva a ser transparente.


Embotellando Ron Cacique


Llenando botellas de Cacique

Apenas me bajé del carro, me envolvió un olor a papelón que me acompaño hasta que nos despedimos al final de la tarde. Sí, la segunda cosa que me impresionó de la planta de Destilería Unidas es el olor a papelón y especias, que va cambiando según el área donde uno se encuentre pero que bajo ningún concepto desaparece.
Dándole algo de orden a esta nota, lo primero que me gustó del paseo fueron los campos de caña de azúcar, brillantes, con cientas de tonalidades de verde, algunos floreados simulando alfombras. A ratos quietos, de momento bailando al compás de la brisa. A medida que el carro tomaba la carretera desde Barquisimeto vía Acarigua, la vegetación da la bienvenida a un mundo que estimula todos los sentidos.
El motivo de la visita a la planta es conocer el corazón donde se produce el Ron Diplomático que junto a otros rones venezolanos, hace poco acaban de obtener la denominación de origen como «Ron de Venezuela», tercer producto venezolano que obtiene esta distinción junto al Cacao de Chuao y al Cocuy de Pecaya (en el glorioso Estado Falcón).
Días antes advirtieron que nos atenderían como reyes, promesa que cumplieron a cabalidad. Nos recibieron con un desayuno criollo: caraotas negras, empanaditas, varios tipos de quesos criollos, suero, tostadas, jugo de mora y café. Eso borró el cansancio del madrugonazo, imprimiendole energía al grupo de siete comunicadores sociales, incluida nuestra guía desde Caracas Edith Monge a quien desde este espacio le doy las gracias.

A mi niña interior le gusta el ron
El recorrido por la planta comenzó cuando nos dieron todos los implementos de seguridad industrial (lentes, tapones para los oídos y casco), acompañados de una charla un poco alarmista, pero estaba bien, cualquier previsión era necesaria. Primero conocimos el espacio donde ensamblan y reparan los barriles, que en este caso son roble americano de segundo uso, algunos guardaron jerez, otros whiskey. Es increíble el olor que tienen los trozos de madera donde alguna vez ha reposado algún licor. La cocinera que vive en mi corazón pensaba «Dios mio, si pudiera hacer una parrilla con esto».
Luego caminamos sobre el techo de un gran estanque que está a ras de piso, donde almacenan más de 18 millones de litros de melaza, el olor era increíble al punto que al otro día en mi casa toda la ropa llevé al viaje olía a melcocha.
Seguidamente vinos los grandes tanques de acero inoxidable donde se hace la fermentación de la caña, los hay en varias etapas. Luego pasamos al área donde están los alambiques de cobre, que son hermosísimos y según nos contó un operador tienen más de cien años y los trajeron desde Escocia, su mantenimiento es tedioso pero con resultados son facinantes.
También pudimos apreciar otros métodos de destilación, que según el empleado finalmente le dará su carácter a cada tipo de ron. Conocimos los laboratorios, las embotelladoras, los tanques de almacenamiento, además me enteré que allí se producen ron Cacique que comercializa la gente de Diageo, vodka, whiskey y las famosas botellitas de Smirnoff Ice.
A medida que íbamos caminando me sentía como Disney, cada etapa del paseo me emocionó, sentía que saltaba, se me hacía agua la boca en algunas a ratos, no me importó el calor, ni el ruido. Sí a la niña que vive en mi corazón le gusta el ron.

Almacén para espíritus borrachos
Después de un exquisito almuerzo donde comimos cerdo cocido en caja china, ensalada mixta, papitas colombianas todo acompañado con vino, dulce de melcocha y licor de ron; tuvimos la oportundad de compartir con el maestro ronero Tito Cordero, responsable de las mezclas y está a la cabeza de la calidad de los rones, algunos directivos de la planta y nuestros guías del día, Alfonso Castillo – quien por cierto nos quiso hacer creer que era la primera vez que daba ese recorrido solo- y Mariela Cordero, ambos extraordinarios, pacientes, didácticos y muy amenos, bueno así es la gente en el interior de la república, pero no quiero entrar en esos detalles.
Al regreso, nos detuvimos en los almacenes donde reposan los barriles por lo menos dos años, ya que es una de las condiciones para poder ostentar la denominación de origen. Son galpones altísimos, donde reposan miles de barriles apilados en ocho pisos aproximadamente. Hay un pasillo central y hacia el fondo reina la más completa oscuridad, increíblemente la temperatura en mucho más baja y el olor a madera y ron es tan penetrante, que llega un momento que da dolor de cabeza. Alfonso nos explicaba que con todo el licor que tiene en crianza podrían hacer una fiesta para diez mil personas por diez años ininterrumpidos.
En ese lugar, todo el ambiente huele a licor, no solo dentro de los galpones. Los árboles están enegrecidos por una bacteria asociada al alcohol que produce ese efecto y acaba con ellos. Chaguaramos de tronco negro y matas de mango en la misma condición. Entonces, imaginé que esos mangos debían saber a ron, pero me aclararon que las semillas se contagian con la misma bacteria y no son aptos para consumir …. qué léstima … buen intento.
Le estoy muy agradecida a la gente de Destilerías Unidas por la invitación, por las atenciones y por obsequiarme un motivo de profundo orgullo, en un país donde cada vez esa sensación es más difícil de experimentar. En este caso, el Ron de Venezuela está en las mejores manos y estoy segura que no importa donde se abra una botella, el nombre de Venezuela quedará bien parado.


Mis compañeros de aventura fueron los máximo


Tito Cordero – maestro ronero – junto a Juan Pablo Sucre quienes no resistieron la tentación de disfrutan un buen tabaco.

Vanessa Rolfini Arteaga
Vanessa Rolfini Arteaga
Comunicadora social y cocinera venezolana dedicada al periodismo gastronómico. Egresada de la UCAB con estudios de especialización en la Universidad Complutense, de crítica gastronómica en The Foodie Studies y entrenamiento sensorial en la Escuela de Catadores de Madrid. Actualmente, redactora en Sommelier y columnista del diario Correo de Perú. Conductora de rutas gastronómicas y editora de guías. Experta catadora de chocolates.
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3 COMENTARIOS

  1. Me encanta Ron Cacique sobre todo el 500 y el nuevo que han sacado ahora que tiene 37º5.

    Este Ron nuevo de graduación de cacique también se produce en Destilerías Unidas?

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