Saboreando la Almería de Curro Lucas

Almería, población ubicada al sur de España. A muchos les sonará familiar por ser la cuna de David Bisbal, a otros por sus playas, incluso porque se le llama el huerto de Europa. En mi caso, hace mucho que entró en mi mapa gastronómico por las referencias de la colega andaluza residenciada en Caracas, Alicia Hernández, y ahora por el periodista gastronómico Curro Lucas, quien visitó Venezuela invitado por Acogave y la Embajada de España.

Lo cierto, es que Almería es una localidad preciosa, acogedora, relativamente pequeña, en muchos aspectos sus calles recuerdan ciudades de América. Sin embargo, mi objetivo era gastronómico y Lucas se ofreció de guía gastroturístico, lo que resultó todo un lujo porque  conoce bien su cuiudad en todas las acepciones, no es prejuicioso, es curioso, estudiado, con criterio, divertido y glotón. Por consiguiente, comparto lo que más me gustó del recorrido que hicimos juntos.

Quisquillas crudas, lo azul son las huevas
Quisquillas crudas, lo azul son las huevas

Bar La Ruta: ubicado a pocas calles de la casa de Lucas cerca de la estación del tren. No está en el circuito turístico, es el típico espacio visitado por vecinos, que resulta austero, y ruidoso. Su oferta difiere mucho del resto de lo que se encuentra en la ciudad, porque Antonio – su dueño – se ocupa personalmente de comprar todo el pescado que se sirve y pone el acento en las especies pequeñas, poco comunes, propias de la zona. Quisquillas, pollico, berberechos, cigalas, sepias, espetones y sardinas entre otras delicias praparan de manera sencilla, fritos o a la plancha donde el sabor de tan buen producto explota en la boca.

Americanos en Amelia
Americanos en Amelia

Quiosco Amalia: el jueves en la noche después de una cena algo accidentada pero divertida, nos fuimos a beber «americanos» . El trago consiste en leche tibia, con licor de nuez de cola, un gajo de limón  y azúcar. No es un coctel, ni un aperitivo, ni un disgestivo, a mi parecer un reconstituyente que cae de perla en una noche de farra y frío.

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Mercado central de Almería es la mejor manera de comenzar el día. Aunque merece una nota aparte. Relativamente pequeño pero bien surtido con productos frescos y de la zona. De estructura de hierro y madera, techos altísimos, detalles ornamentales,  iluminado y para mi sorpresa, nada ruidoso. Productos de mar frescos, secos, curados y en salmuera; además de sales, embutidos, frutas y vegetales, absolutamente estimulante porque hay un poco de cada ricón de Andalucía, pero con un marcado acento en el producto local. Algunos vendedores de embutidos curan sus propios productos, como el caso de los chorizos de pimienta. Verán los famosos tomates raf, naranjas de la zona (incluso algún vendedor ofrece las de su jardín), pulpos secos, majarro (atún seco), huevas de pescado entre otras delicias. Merece varias visitas, porque estoy segura que no aprecié ni la cuarta parte.

En Almería, nunca nos sentamos a comer, tapeamos aquí y allá tal vez por eso tenía la sensación que comía todo el día.

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Marrajo seco

Las Tiendas es el propio chiringuín en la calle del mismo nombre, donde disfrutamos marrajo (pescado seco procedente de un tiburón pequeño o cazón), huevas secas de marruca y aceitunas con mojo de picón. Una barrita mínima, mucha gente local, cañas heladas y precios insuperables. El sitio pasa desapercibido para turistas, sin decoración, algo desordenado pero muy limpio. Es perfecto.

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El Tintero, se trata del lugar que más me gustó en todo el recorrido.  Ubicado en le barrio de La Charca de pescadería, una zona de pescadores y el espacio no es propiamente un restaurante, sino la sede de una asociación. Comenzamos con un potaje indio elaborado con guisantes, garbanzos, papa, calabación y ají; a lo que le siguieron riñores al jerez, asadura, melba en salazón, salmorejo, pulpo en aceite y cerramos con marraná de pulpo (que está en mi top 10 de los mejores platillos que he comido en los últimos 5 años). La receta que publicá el escritor almeriénse Antonio Zapata es la siguente: «se trocea un pulpo de kilo y medio, y se pone en una olla con una cebolla y dos tomates, todo picado, una hoja de laurel, unos granos de pimienta, una cabeza de ajos entera, aceite y sal; se cubre con vino y se deja cocer a fuego suave hasta que el pulpo está tierno».

Cerramos con un licor de higo de la casa y mucho vino de la zona. Pero después que llega la cuenta, parece que la bondad en el mundo sí existe porque es increíblemente económico.

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En la noche arrancamos otro circuito de tapas, en su mayoría lo más sabroso era el ambiente, el vino y la música. Picamos aquí y allá, pero lo mejor de la farra nocturna fue el paso por la Taberna Nuestra Tierra, que centra su oferta en platos tradicionales de la ciudad, además ofrece vinos locales por copas, lo que permite hacerse una idea más amplia de lo que se hace en la zona.  Resultó delicioso el ajo colorado que sirven en un pequeño mortero y consiste en un potaje de papas, bacalao, pimentos rojos secos, ajo, comino y mucho aceite de oliva extra virgen. Otras delicias en el menú que hay que probar son: chérica de varios tipos, saquitos de queso, carrilladas ibéricas.

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Ya fuera del circuito de tapas, en el Cabo de Gata a 45 minutos de la ciudad, un restaurante a la orilla del mediterráneo promete un festín. La Estrella tiene una fachada discreta, dos ambientes, una terraza mínima, pero hay que reservar porque seguramente estará lleno. En ente caso, nos deleitamos con boquerones en vinagreta, escabeche de pescado, sardinas a la plancha (de las mejores que he probado) y un arroz con cigalas del que podría comer una palangana y parar cuando sienta que me salen los granos por las orejas. Pero se pueden perdir otras opciones, además traen el pescado fresco antes de la bacanal.

Debo admitir, que entre grupo de amigos, la buena conversación, el vino y seguido de una tarde hablando tonterías y riendo sin parar tumbados en la arena mojándonos los pies, ha sido una de las sobremesas que recordaré en mi vida como esos días en que todo gritaba «estoy viva».

A Curro Lucas y sus amigos, ahora míos también … ¡¡¡muchas gracias!!!

Vanessa Rolfini Arteaga
Vanessa Rolfini Arteaga
Comunicadora social y cocinera venezolana dedicada al periodismo gastronómico. Egresada de la UCAB con estudios de especialización en la Universidad Complutense, de crítica gastronómica en The Foodie Studies y entrenamiento sensorial en la Escuela de Catadores de Madrid. Actualmente, redactora en Sommelier y columnista del diario Correo de Perú. Conductora de rutas gastronómicas y editora de guías. Experta catadora de chocolates.
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