No deja de sorprenderme cuánto puede variar la Semana Santa de un país a otro, pero cuantas semejanzas las pueden unir. Más allá que mis planes para estos días se vieron truncados por un tobillo rebelde y golpeado, eso no me impidió disfrutarla.
El clima en España, como en todos los países templados, es un tópico más que serio. Los partes de la festividad empezaban con el reporte del tiempo y la preocupación que muchas cofradías no pudiesen sacar a sus santos en procesión. Es un asunto de solemnidad, un año entero prácticando cómo cargarlo, ensayando la música, incluso días previos en los noticieros ya transmitían segmentos enteros de los preparativos. Al punto, que llegué a ver cómo medían el impacto del peso del santo en el cuerpo con un aparato y las prácticas de una alcaldesa como cargadora, quien hasta ponía cara «de entrega». ¡Claro! esa no me la creo. De políticos que se valen de los santos para publicitarse, los venezolanos tenemos un rosario.
Pero esta ha sido una Semana Santa increíblemente fuera de lo común. Por una parte, me sorprende que los noticieros transmitan – incluso en directo – varias procesiones en todo el territorio ibérico. No pierden detalle, desde el estado del tiempo, la duración, las reacciones, las quejas … absolutamente todo. Sí, los santos son noticia. Luego le siguen, las predicciones meteorológicas, los lugares más frecuentados en estas vacaciones, deportes y farándula (eso sí que no descansa, se transmiten todos los programas de cotilleo). Parece que se establece una tregua con la política y la economía. Dos temas que los traen de cabeza. Da la impresión que la idea de estos días es realmente desconectarse. Incluso, prácticamente no los he escuchado quejarse.
La del silencio …
Asistí a la Procesión del Silencio el Jueves Santo. Junto a mis amigos Fred y Hari, nos paramos en la acera de la calle Atocha, diagonal a la estación del Metro Antón Martín a verla pasar. Había muchísima gente, al igual que en todas las procesiones que se llevaron a cabo en Madrid. En este caso, al Cristo lo cargaban hombres y a la Virgen Dolorosa mujeres. El aire se impregnó de mirra e incienso, era tan fuerte el aroma que hasta mi ropa en la noche todavía olía un poco.
En primer lugar, aparecieron hombres y mujeres vestidos de púrpura, con capuchas que terminanban en punta, sostenía una vela de más de un metro de largo de color rojo. Le seguía el Cristo crucificado bellamente decorado con orquideas moradas. A simple vista lucía muy pesado, porque lo cargaban por lo menos cincuenta personas. Luego la banda, que por cierto era fantástica. Llegó un momento que me sentí en otra época.
Luego más encapuchados, esta vez en blanco y negro, y unas señoras muy elegantes vestidas de negro, con peineta y mantilla. El día antes, las había visto en la Almudena, rezando frente al altar decorado con Rosas y Lirios de colores brillantes. Le seguían la Dolorosa y finalmente otra banda, no tan buena como la primera, pero sonaba bien, por lo menos no desafinaba. Una procesión corta, hermosa, pero muy sentida.
Mientras tanto en estos días hay torrijas por todos lados. Se trata de un pan frito previamente remojado en leche y huevos con un toque a naranjas o licor y las endulzan con miel o azúcar. Son muy ricas cuando están recién hechas. También hay rosquillas y arroz con leche, este último, muy parecido al que hacemos en tierras criollas.
Por lo pronto, creo que la Resurrección no se celebra con tanto entusiasmo como la Crucificción. Sí, ese comportamiento tan humano, que aunque nos gusta la fiesta, nos atrae con mucha fuerza el sufrimiento. Así que hoy Domingo Santo, tocará comer huevitos de chocolate. Solo queda desearles a todos ¡Buena Pascua!
Muy buena nota. Una sola me intriga: ¿porqué solo en los países de clima templado el estado del tiempo o la meteorología es una preocupación? Personalmente he visto que en muchos países tropicales también lo es, sobre todo en la época de huracanes…Lo mejor es ver que la autora descubrió las torrijas o torrejas en la Semana Santa española: otra ventaja de los países templados, porque es uno de mis recuerdos más deliciosos de mi infancia. Le agregaría que aparte de azúcar y miel, suele usarse almíbar para empaparlas…hummmmmm ¡qué ricas! Una de las mejores formas de aprovechar el pan viejo…