Ayer comenzó el Salón Internacional de Gastronomía 2011, o SIG como nos referimos a este evento los entusiastas gastronómicos venezolanos. Se trata de su décima edición, repitiendo su tercera sede física, que el año pasado dio tanto de qué hablar.
Para mi lo mejor del SIG es el encuentro con los amigos, colegas y relacionados del medio, es decir, el espacio idóneo para ponerse al día con todo tipo de información profesional y personal, saber en qué anda la gente, cómo han evolucionado proyectos, qué camino han tomado ideas que doce meses antes apenas daban pistas de su dirección, algunas resultaron exitosas y otras no tanto. Así que por ese lado, poco o nada ha cambiado y anoche descubrí que mientras haya SIG procuraré asistir.
Ahora, me preguntaron mucho mis impresiones sobre el espacio físico. Bueno, tengo que admitir que está infinitamente mejor que el año pasado, – cualquier cosa lo estaría -. El piso nivelado, pintado, los baños limpios, los salones de cata mejor organizados, incluso me encantó el detallazo que el salón de degustación de vinos y destilados se llame María Isabel Mijares.
Pero sigo pensando que no es un lugar idóneo para este tipo de eventos. El acceso es terrible, escuché la mismas quejas del año pasado sobre el problemas de los ascensores, las interminables escaleras, el estacionamiento, el voltaje, incluso puedo decir que padecí en carne propia tener que subir varias cajas para mi cata de aguas minerales y literalmente me tocó «jalar bolas» durante horas para que «alguien» me ayudara a subirlas.
Ahora, aún no termino de entender qué sucede con el tema del programa, hasta muy entrada la noche era casi imposible conseguir uno, que terminó siento una fotocopia que daba pena ajena. Terrible, porque el programa es la bitácora del visitante, te ayuda a decidir qué hacer, qué escuchar, dónde ir, un evento de esta naturaleza sin programa es como jugar a la gallinita ciega.
Sobre los retrasos, creo que eso forma parte de la naturaleza del SIG, no recuerdo una sola edición que no los padeciera y puedo decir que he asistido por los menos a ocho.
Lamento las comparaciones, pero el año pasado fue muy grande la molestia y me impresionó cómo ese hecho permanece en la mente de la gente. En líneas generales, repito, tengo la sensación que ha mejorado. Eso me alegra, porque sobre la edición de 2010 a fin de cuentas pensé «todos tenemos derecho a un mal año». Sin embargo, tengo que terminar de borrar de mi mente otros años gloriosos o recordando las lecciones de Opinión Pública lo que se conoce como el pasado rosa, que consiste en esa nostalgia que todo tiempo pasado fue mejor.
Hoy nos espera una larga jornada, ya veremos cómo evoluciona el día, el programa está plagado de charlas y degustaciones interesantísimas. Vale la pena revisar detalladamente los pequeños emprendedores, están a reventar de novedades. La escasa presencia de importadora de licores ayuda a revisar con cuidado lo que ofrecen las asistentes y mirar con cuidado lo que traen las gobernaciones, algunas de ellas llenas de gratas sorpresas.