Gianfranco Rosso o el Capitán Rosso es un marino mercante que navega en el mundo del chocolate desde hace más de cuatro décadas. Nacido en Turín, Italia, ahí tiene su chocolatería, pero también desde allí organiza competencias de chocholatiers que entran al ruedo.
Desde los años ochenta compitió en torneos de chocolate, luego como juez y en el más reciente campeonato nacional italiano, patrocinado por la gigante belga Cacao Barry, fue presidente honorario del jurado.
De sonrisa amable y trato cercano, apenas me lo presentaron me dijo «conozco Venezuela, estuve muchas veces en La Guaira» e inmediatamente expresó su admiración por el cacao venezolano.
Afirma que no siempre un chocolatier puede ser juez en una competencia de chocolates. «Hay que ser neutro, mirar lo que se hace y no lo que lo rodea», afirma sin miramientos. No es amigo de los juegos de química para el chocolate y aunque no lo dice directamente, prefiere una labor clásica del oficio y lanza un principio que no debe olvidar toda persona que se dedique al mundo del cacao: «el chocolate bueno gusta a todos».
Delinea la labor de un buez juez de chocolates – que puede servir para cualquier producto – del siguiente modo: neutro, concentrado, técnico, que no se deje influenciar, directo, comunicativo, imparcial y finalmente afirma que «lo sensorial viene y lo trae la experiencia».
Rosso afirma que los chocolatier viven una gran revolución porque cada vez hay más gente joven dedicada al oficio. «Cada vez hay más métodos y productos de calidad. Se trata de un labor que tiene mucho futuro».
