Oficialmente finalizó la tercera edición de Mesamérica. Sí, ya pasó, como todo en la vida. Tanto que hasta algún picón se ha dejado colar por ahí sobre la próxima edición.
Personalmente, se trata del tercer evento internacional gastrónomico al que asisto, y definitivamente cada uno ha tenido su elemento diferenciador. En este caso, fue acertado el tema central «la cocina callejera y las expresiones urbanas», pero estando en Ciudad de México, se entiende mucho más.
En su intervención la cocinera Josefina Santacruz, dejó colar algunas cifras: se calcula que 2500 millones de personas comen en la calle diariamente, de las cuales más del 20% lo hace en plena vía. Se trata de un negocio que genera más de 127 mil millones de dólares al año. Es decir, un sector importantísimo de la economía, además se trata de una manera rápida de palear con el hambre y la pobreza. Un tema con todas la complejidades sociales, sanitarias y económicas del caso.
Aunque muy interesante la agenda sobre cocina callejera, me temo que se quedó corta. Más descriptiva que reflexiva, salvo la intervención de Juan Villorio, quien abrió el encuentro. Solo vimos qué comemos, cómo se preparan, se asomaron algunos casos y rostros específicos. Pero me hubiese gustado escuchar a un historiador, un sociólogo, un trabajador social, un antropólogo y un economista. Es decir, las circunstancias que sostienen la mesa de la cocina callejera.
Sin embargo, este es un asunto que se repite en todos los eventos de gastronomía, hay una tendencia a quedarse a diez centímetros de la superficie. ¿Son importantes esos datos? Por supuesto, esto ayudaría desde la correcta ejecución de políticas públicas y económicas, hasta el hecho que los involucrados en el negocio de la venta de alimentos sepan a qué se enfrentan. Lo que si sobró fue mucho «chef star», como era de esperarse. Tengo el presentimiento que estos formatos de encuentros gastronómicos se agotan, creo que ha llegado el momento de reprensarse.
Mientras tanto, viví Mesomérica con intensidad desde sus conferencias, y el conocimiento de tendencias y nuevos colegas, pasando ágapes inolvidables en restaurantes de alta gama como Bico, Paxia y Pujol, otros cautivanes como Azul Condesa y Casa Virginia, hasta la cocina de la calle en mercados y plena vía. Ciudad de México es increible y lo que está sucediendo allí abre posibilidades al paladar, hay que estar pendiente.