¡Lo de Oaxaca fue un flechazo! / las primeras horas ….

Oaxaca ha sido uno de los viajes más hermosos que he realizado. Siempre había escuchado y leído algunas referencias, pero apenas puse un pie allí, quedé cautivada o mejor dicho, flechada. Llegamos a media tarde y nos fuimos directo a Tlacochahuaya, un pequeño poblado a 20 minutos de la ciudad de Oaxaca. Se trata de una zona de milpas – campos de frijol, maíz y calabaza -.

En medio de la milpa, se ubica la hacienda Guadalupe donde vive mi amigo y colega Frederick Jiménez en una casona de ensueño; además se realizan eventos gastronómicos y artísticos. Un lugar de dimensiones impresionantes pero a su vez los espacios son cálidos, cercanos, en especial la cocina que han ido acondicionando poco a poco, con el equilibrio de las comodidades y un inequívoco aire tradicional mexicano. El lugar además cuenta con un huerto, un patio con limoneros, flores, árboles de pimienta rosada, y campos recién sembrados de agave. 

10406932_10152253002178751_5742178221788181036_n
Con Frederick Jiménez en el palenque del Mezcal Sinai / foto cortesía de @eduarno

La primera cena fue en el restaurante La Teca. Se trata del patio de una casa donde una cocinera oaxaqueña del Istmo, prepara delicias propias de su región de origen. El lugar era desconocido hasta que apareció una reseña en el New York Times y se vieron en la necesidad de crecer, al igual que ha pasado con esta región de México que al igual que el mezcal, se puso de moda.

En la mesa te reciben con mezcal, naranjas frescas y sal de gusano.  Luego un menú de degustación que incluyó: garnacha con queso salsa de chiles y repollo en vinagre, chile pasila relleno con carne de res y salsa de frijol (ahí nos enchilamos), tamal de cambray con pollo pasas y almendras, tamal de elote (jojoto) con crema y queso, para finalizar con un mole tan delicioso que nos entregamos al acto de chuparnos los dedos con trozos de tortilla en mano. Una cena sencilla de sabores complejos, que a no ser por el mezcal saturarían rápidamente el paladar. ¿El costo? Alrededor de 30 dólares por cabeza. No digo más.

La primera noche, por un problema de electricidad dormimos a la luz de las velas, solo se escuchaban el sonido del viento y los insectos, un cielo donde no cabía una estrella más, mucho mezcal y cuentos hasta que nos venció el cansancio. No lo puedo negar, en mi paranoia caraqueña, llegué a pensar que si me mataban ahí, no encontraría mi cuerpo jamás, que nadie escucharía mis gritos, que esparcirían mi cuerpo por todo el territorio azteca. Pero, gracias al buen mezcal, esos pensamiento desaparecieron.

De Oaxaca escribiré por capítulos. En próximas entregas compartiré mis notas sobre los mercados de Tlacolula y Teotitlan del Valle. Luego el paso por el restaurant La Olla de la chef Pilar Cabrera y finalmente, la visita al palenque del Mezcal Sinai  en el pueblo de San Dionicio de Ocotepec, esta última nota irá acompañada con el paso por la Mezcaloteca. Y pensar que solo fue un viaje de fin de semana.

Vanessa Rolfini Arteaga
Vanessa Rolfini Arteaga
Comunicadora social y cocinera venezolana dedicada al periodismo gastronómico. Egresada de la UCAB con estudios de especialización en la Universidad Complutense, de crítica gastronómica en The Foodie Studies y entrenamiento sensorial en la Escuela de Catadores de Madrid. Actualmente, redactora en Sommelier y columnista del diario Correo de Perú. Conductora de rutas gastronómicas y editora de guías. Experta catadora de chocolates.
    • si, la sal de gusano es la combinacion de sal con gusanos secos y molidos, se usa para tomar mezcal con naranjas frescas. La combinacion es deliciosa

spot_img

Recientes

Artículos relacionados