La isla de Margarita para viajeros golosos, playeros, curiosos, contempladores y hedonistas

Qué delicia es visitar la isla de Margarita, saborearla, disfrutarla, respirarla. Este texto es sobre mi reciente recorrido. Si el objetivo del viaje es hacer compras, tal vez, no sea una buena idea.

Pero si la intención es llenar el cuerpo y el alma de sabor y placer, este texto viene de perla.

Cualquier ruta debe incluir visita a los mercados, manía y maña de gastrónomos que puede ser la mejor práctica, porque dicen mucho del lugar donde uno se encuentra. En este caso, le di una vuelta al Mercado de Los Cocos en Porlamar. Lo primero que le impresionará es que huele a mar, no a pescado como dictaría la expectativa. Hermosos ejemplares marinos de todos los tamaños y especies, como catalanas, anchoas, picuas, cangrejos, macabí, botutos, ostras, parguitos, sardinas, por solo mencionar algunos, que brillan y ofrecen todos los colores tornasolados del mar.

Parece una locura que un lugar con tal cantidad de peces, sin refrigeración a la vista y donde se saltan algunas normas sanitarias de manipulación de alimentos, proporcione tan buena impresión. Es un buen sitio para hincarle el diente a una empanada, al igual que en el Mercado de Conejeros, donde lo mejor es comer, porque el resto del lugar está muy deteriorado.

La Casa de Esther es mi debilidad

Admito públicamente que siento debilidad por Esther, su casa y su comida. El lugar ubicado en la población de Pedro González cada vez está más lindo y cuidado, con novedades. Por ejemplo, ahora en el patio central ubicó dos mesas rodeadas de plantas bajo una pérgola de bambucillos donde provoca quedarse a vivir. Para entrar en calor, pida un «shanti» de cerveza, zumo de lima, granada y hierbabuena.

Del menú hay que probar los ajíes dulces margariteños rellenos,  el pescado con salsa cremosa de ají dulce, su ensalada de plátano verde crudo rallado, el arroz con cúrcuma y canela, su pescado con ron y cambur.  Pero si por cosas de la vida, hay helado de chocolate blanco y parchita con confitura de ají dulce. Me agradecerá de por vida esta recomendación. Todo lo que pida estará hecho con destreza, conocimiento del producto y las amorosas manos de Esther y su hija Aisha.

Otra experiencia imperdible es una cena en Posada Casa Mejillón en el pueblo de la Guardia. Neils Petersen su propietario es un entusiasta y excelente posadero, pero además cultiva mejillones en la bahía de enfrente. Un proyecto que lleva a cabo desde hace cuatro años junto a pescadores de la comunidad, en lo que calificaría de una verdadera cooperativa.

Nada se compara como un mejillón recién salido del mar, un sabor y textura que se fijará en sus papilas para siempre. Suave, delicado, untuoso, pedirá a gritos una botella de espumante. Neils prepara un plato de degustación donde los sirve preparados de 6 modos distintos, pero mi favorito son los cocidos al vino blanco con albahaca fresca como en Bruselas.

La Restinga, Boca de Río y Pampatar

Si tiene tiempo o decide ir al Parque Nacional La Restinga, pase por Boca de Río con la excusa de conocer el Museo del Mar (100% recomendado), entonces el plan será completo con una visita a la Negra Isabel, quien con una sonrisa dulce y cercana le atenderá personalmente. Pida la tortilla de erizos,  el fuche, su quesillo de cambur y coco. Todo ahí es bueno, bonito y – aunque parezca una incongruencia en este país desquiciado – barato.

En este viaje, visité en Pampatar el restaurant Amaranto, una hermosa propuesta con una cocina y coctelería innovadora y bien elaborada. El lugar es precioso, en una conjugación de arte y restauración pensada y concebida al detalle. Una advertencia, tenga paciencia con el menú que en verdad es un manifiesto y le puede lleva un poco más de media hora revisarlo.  A los amantes del Campari es sugiero el mojito a base de esta bebida.

Solo probé las sardinas vagabundas (tempurizadas y acompañadas con tacos de piña preparados de la misma manera), simplemente deliciosas. Lamento no haber cenado ahí porque fui después de mi paso por el tan de moda Juana La Loca, un lugar para tomar un trago en medio de un ambiente «lounge», pero la comida y el servicio dejaron mucho que desear.

Mejillones frescos en Cubagua

Para cerrar, la verdadera sorpresa fue un viaje ida por vuelta a Cubagua, con la gente de Infinito Producciones.  En este caso, por Bs.4000 tuve el gusto de viajar en velero, desayuno, bar abierto todo el día, parrilla para el almuerzo, sillas y todos y actividades recreativas de la mano de excelentes guías. No tengo una sola queja, muy por el contrario, regresé a Margarita emocionada por una experiencia tan enriquecedora y reconciliadora con la Venezuela soñada.

Cualquier plan tiene que tener espacio para dos cosas, unas flores para la Virgen del Valle y disfrutar el atardecer …  para mi los más bellos de Venezuela (aunque muchos no pensarán igual y están en su derecho) son los de Paraguaná y los de Margarita. Pueden ir a Juan Griego, Manzanillo, Zaragoza, Punta Arenas … pero esta vez me los gocé desde La Guardia. Cuando finalmente el sol desaparece queda la sensación de profundo amor a esta tierra.

Vanessa Rolfini Arteaga
Vanessa Rolfini Arteaga
Comunicadora social y cocinera venezolana dedicada al periodismo gastronómico. Egresada de la UCAB con estudios de especialización en la Universidad Complutense, de crítica gastronómica en The Foodie Studies y entrenamiento sensorial en la Escuela de Catadores de Madrid. Actualmente, redactora en Sommelier y columnista del diario Correo de Perú. Conductora de rutas gastronómicas y editora de guías. Experta catadora de chocolates.

2 COMENTARIOS

  1. Hermoso recuento de tu viaje y gracias por invitarnos a compartir contigo,,,tu compañia siempre es agradable señorita.

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