Parque Boyacá: el jardín más grande del rosal

Cinco mil metros cuadrados cubiertos de grandes árboles, palmas, flores, caminerías orgánicas de lajas en tonos verdosos, bancos, espacios abiertos y juegos para niños. El Parque Boyacá es el segundo en extensión dentro del pequeño municipio Chacao, prácticamente encapsulado entre edificios, rasgo que lo convierte en un preciado secreto entre vecinos y exploradores urbanos.

El Parque Boyacá está perfectamente bien cuidado, limpio, iluminado y vigilado, elementos que se agradecen en una ciudad tan insegura. Su construcción requirió dos años, después de una larga querella para desalojar a los invasores que allí se encontraban.

Se trata de un espacio disponible al público, con un circuito de 320 metros lineales de caminerías. Una gran puerta se abre con la salida del sol y se cierra alrededor de las ocho de la noche, todos los días del año, es decir, a disposición de quien lo quiera disfrutar catorce horas al día.

“El parque tiene condiciones particulares como un acceso poco franco, puedes pasar en frente y no darte cuenta que existe, generando una sensación de intimidad”, afirma la arquitecta Cristina Weber, directora de la Oficina de Planeamiento Urbano de la alcaldía.

Anatomía del Parque Boyacá

El parque Boyacá dispone de dos accesos: uno por la calle que le da su nombre en la urbanización El Rosal y el otro por la Plaza Boyacá, ubicada frente a The Hotel, donde una escalera lleva hasta la puerta principal.

Al igual que la mayoría de los parques de Chacao, “el diseño muestra un espacio abierto donde se le da prioridad al juego y a la seguridad” afirma el arquitecto Carlos Agell, quien ha sido responsable del diseño de otros parques del municipio. “No hay posibilidad de esconderse, con lugares para sentarse, circuitos para caminar o correr, zonas para la contemplación, iluminación, es decir, adaptados a los tiempos que vivimos».

Lo primero que encontrará es un gran espacio en la parte exterior con un frondoso y colorido jardín. Al traspasar la puerta, se inician las caminerías que se dividen en dos circuitos, uno plano y otro que aprovecha la topografía del terreno porque parte del parque lo conforma una pendiente.

En la parte baja hay parques infantiles, espacios que bien podrían funcionar para clases de yoga, taichí, baile o simplemente una reunión, un anfiteatro y obras de arte. En la parte alta, un cafetín con  un área para mesitas y al fondo una plazoleta con bancos, que según Carlos Agell, en el futuro podría retomar el proyecto inicial de una escuela de horticultura.

Pero la ruta cuenta con un aspecto didáctico, cada planta está señalada en una ficha con su nombre popular y científico, usos y zona de procedencia, por lo que apreciará mejor a las Alpineas rojas y rosadas, Medinillas, Samanes, palmas, Mijaos, entre otras especias, tan presentes en el valle de Caracas.

Mientras tanto, la existencia y ubicación de este jardín secreto, se susurra entre los ciudadanos, especialmente entre vecinos, quienes participan directamente en su cuidado y administración.

Nota: el texto original se publicó en la revista Claro, esta es una versión para el blog.

Vanessa Rolfini Arteaga
Vanessa Rolfini Arteaga
Comunicadora social y cocinera venezolana dedicada al periodismo gastronómico. Egresada de la UCAB con estudios de especialización en la Universidad Complutense, de crítica gastronómica en The Foodie Studies y entrenamiento sensorial en la Escuela de Catadores de Madrid. Actualmente, redactora en Sommelier y columnista del diario Correo de Perú. Conductora de rutas gastronómicas y editora de guías. Experta catadora de chocolates.
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