La lonchera es un suplicio. Una silente forma de tortura para la tranquilidad mental y económica, de quien tiene bajo su responsabilidad la alimentación de un niño. Un ejercicio de imaginación que no acaba nunca, ni da tregua, que tiene enemigos acérrimos en las cantinas escolares donde reinan las fritangas y las chucherías.
Cómo competir con una brillante, regordeta, decadente y simpática empanada, cuyas curvas hacen salivar y estimulan el deseo en cualquier infante. Cómo negarse al guiño de una atractiva ración de papas fritas bañadas de salsa de tomate, o al llamado placentero de un sándwich que jamón y queso generoso en aderezos, sin contar arepas de rellenos chorreantes en grasas, guisos de colores brillantes que incluso resplandecen con la luz apagada.
En líneas generales, así se resume el menú de cualquier cantina de colegio y que los muchachos en la mayoría de los casos prefieren. Algunos invierten allí su mesada o canjean el contenido de su lonchera, en caso que la lleven.
Cómo compite una lonchera casera contra el imperio de las cantinas. Bien sabido que las comidas ricas en aceites son las más deliciosas, porque las moléculas de grasa son las responsables del sabor.
Entonces la lonchera es un verdadero reto a cualquier progenitor que se preocupe por la buena alimentación. Me gustaría ver un reality de televisión sobre viandas infantiles, eso sí sería interesante.
Armando Scannone en su libro sobre loncheras señala un punto importante, al afirmar tienen que estar vinculas al placer. Es un tema crucial porque forman paladar en los niños, da hábitos y sobre todo mensajes que serán cruciales en su vida adulta, como que la comida saludable puede ser sabrosa, atractiva y variada.
Los niños comen lo que les sirvan en la mesa de su hogar. En realidad las mañas y malacrianzas alimentarias de los pequeños las aprenden en casa. Solo hay que mirar la manera de comer de los niños para saber cómo se alimentan en su familia.
Las loncheras tienen que ser atractivas, empezando por su aspecto exterior, si ayuda que sea de Ben 10, Toy Story, Dora La Exploradora, Barbie o el Hombre Araña, entonces que sea de eso. El niño la llevará con orgullo. Luego al abrirla que huela bien, limpia, con envases de colores, incluso servilletas divertidas. Y para nada de esto hay que invertir más, es solo cuestión de voluntad y creatividad.
Luego el tema de los alimentos. Hay cantidad de publicaciones en el mercado sobre cocina que bien orientan en estos casos, empezando por el libro naranja de Armando Scannone, adaptado a nuestra culinaria, que además se ocupa del tema de las porciones. Internet está lleno de recetas, alternativas e ideas. Porque este tema exige planificación e información. No se puede dejar al azar, ahí es cuando se gasta más y los resultados son terribles como un trágico final en pipote de la basura del colegio, niños malnutridos y adultos enfermos.
La lonchera es parte de la educación, definirá la alimentación de por vida, no es un asunto de juegos. Las subestimamos, pensamos que cualquier cosa resolverá el hambre, pero se crearán otros inconvenientes. La lonchera es una extensión de la mesa familiar.
Columna «Limones en almíbar» de El Universal Web 14/09/2014