¿Venezuela tiene sabor ecológico?

Una caja de cereal y una de chocolates cambiaron su empaque por cartón y papel reciclado. A la luz de prácticas ecológicas, parace una desición alineada con las tendencias, pero en Venezuela cabe la duda para dar espacio a otros motivos. Sin embargo, desde hace tiempo el cambio de materiales se viene presentando en la industria local de alimentos, en aspectos menos vistosos pero no menos importantes. Será que nos hemos vuelto un territorio ecológico sin percatarnos.

Si se mira con atención, paulatinamente el tamaño de los vegetales ha disminuido, ya no se ven frutos grandes y llamativos, muy por el contrario, son más discretos, menos prestos a la fotografía, pero en muchos casos más ricos en sabor. Aunque no he dejado de escuchar quien se queja porque han cambiado de gusto, o peor aún, no maduran tal como estamos acostumbrados, especialmente plátanos y lechosas.

Pero el inicio de esta historia se ubica años atrás cuando comenzaron los problemas para importar y adquirir desde semillas, materiales y maquinaria hasta fertilizantes, fungicidas, insecticidas, medicinas, vitaminas, entre otros productos necesarios para la siembra y cria de animales. En todos los casos, o los precios son muy altos o simplemente no se encuentran.

Entonces, ¿qué han hecho muchos de nuestros productores decididos a no parar el trabajo? Al mejor estilo venezolano, darle la vuelta regresando a prácticas olvidades o poco utilizadas, remedios caseros. Aparentemente, el resuelve y soluciones ingeniosas también está presentes en la agro industria.

Un ingeniero agrónomo del sur del lago de Maracaibo, me contaba que cuando podan los árbones de cacao, para evita hongos utilizan una especie de cataplasma realizado con sábila, hojas de nim y algunas raices. En el caso de un productor de ají dulce margariteño, hasta se elaboran insecticidas con aguardiente y nuez moscada, se lo redistribuye la siembra para evitar el ataque de ciertos animales rastreros, se echa mano del control biológico de plagas y otros trucos y practicas para que las plantas obtengan toda la protección y nutrientes necesarios.

Otros ejemplos, son la realización de viveros ante la imposibilidad de comprar semillas, haciendo una selección entre los ejemplares con caracterísitcas idóneas. Ciertamente, la legislación venezolanola no permite el uso de semillas con alteraciones genéticas, ni transgénicos, sorpresivamente parece una medida de avanzada para nuestro territorio. Pero es que es como intentar colocarle a alguien un traje de talla equivocada, sobra y falta tela por todos lados.

Lo cierto, es que a punta de escasez, falta de divisas, imposibilidad de insumos y la tosudez de algunos productores, da la impresión que nos hemos vuelto un territorio ecológico. Qué paradoja. Pero es innegable que el sabor y fragancia de muchos productos vegetales llaman la atención. A estas alturas, un tema que podría ser motivo de alegría, creo que es un síntoma de tristeza y preoupación, porque esto también refleja baja productividad, descenso de la oferta y subida de los precios.

Sin lugar a dudas, nada es totalmente malo. Pero hay que esperar para llegar a conclusiones en firme sobre lo que hoy apenas se dibuja como una tendencia. Mientras tanto, invito a afinar los sentidos, a prestarle atención al sabor de lo que comemos, es posible que nos reencontremos con algunos sabores y aromas olvidados o que creíamos perdidos. Con seguridad de tanta mala circunstancia sobrevivan cosas muy buenas.

Vanessa Rolfini Arteaga
Vanessa Rolfini Arteaga
Comunicadora social y cocinera venezolana dedicada al periodismo gastronómico. Egresada de la UCAB con estudios de especialización en la Universidad Complutense, de crítica gastronómica en The Foodie Studies y entrenamiento sensorial en la Escuela de Catadores de Madrid. Actualmente, redactora en Sommelier y columnista del diario Correo de Perú. Conductora de rutas gastronómicas y editora de guías. Experta catadora de chocolates.
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