Clarividencia de la escasez

91309anaquelesCómo no mentar madres a la hora de hacer mercado. Inevitable. Necesario y hasta saludable. Esa rabia no la quiero. Pero «hacer mercado» en estos días es lo más parecido a pagar penitencia. Aunque preferiría rezar mil veces el acto de contrición, a esa sensación de rabia e indignación que me oprime la boca del estómago, mientras paseo un carrito frente a anaqueles casi vacios.

Desde hace más de diez años he desarrollado el don de manejar la escasez. Soy objeto de broma entre mis amigos, porque en mi casa nunca falta nada. Procuro contar con los ingredientes necesarios porque me gusta cocinarle a mis amigos y poder aceptar uno que otro tigre que aparece por ahí.

Esa especie de clarividencia de la escasez, también funciona para intuir lo próximo que va a faltar, el nombre de la próxima desesperación. Pero todos mis superpoderes en los últimos meses no son suficientes. No recuerdo una escasez tan dura, ni siquiera en los días del paro de 2002. A esto hay que sumarle el agravante de mi desgaste. Estoy cansada que siempre falte algo, que el dinero rinda menos, de la mala calidad de lo que se consigue, de ver a la gente corriendo desesperada por los pasillos por un paquete de harina o de azúcar, incluso el no poder dejar solo el carrito  para que no me saquen las cosas, cuando ni siquiera he pasado por la caja.

Me siento tan humillada cuando tengo que gritar a todo pulmón que falta papel toalet o toallas sanitarias porque ventilo mi intimidad. Es verdad, todos vamos al baño y a todas la mujeres nos viene la regla, pero no hace falta hacerlo público. Además hemos llegado al punto de comentar sin pudor el tipo de papel que nos gusta, si más suavecito, o que no raspe, el que no se desborona y deja rastros a su paso durante la tarea de limpieza.

Me siento tan atropellada cuando tengo que preguntarle a una empleada malhumorada y maleducada, cuántos paquetes o unidades por persona puedo adquirir, cómo si me lo estuviesen regalando.

Lo que sobra en los anaqueles son lamentos, rabia, escasez y mala vibra. Ciertamente, todo este pandemónium gastronómico tiene su contraparte, y de eso escribo con frecuencia. Pero acabo de regresar del mercado y siento que me chuparon la buena disposición y el optimismo.

La humillación se siente más porque comienza con lo cotidiano, en la casa, en el baño, en la cama, donde nadie nos ve pero igual nos sentimos invadidos, condicionados y hasta víctimas de la mala fe algún indolente, que tiene la decisión en sus manos. La firma o aprobación de algún trámite burocrático que lo ha retrasado o acabado todo.

Pero encima tengo que sentirme agradecida porque en Caracas la situación «no es tan grave». Casi me echo a llorar cuando mi tía en Punto Fijo, me contaba que tuvo que hacer dos horas de cola para comprar un pollo. ¿En qué nos hemos convertido? ¿Qué nos pasó? En cualquier momento, responderemos como el general aquel no tenía quien le escribiera, y repetiremos una y otra vez su línea final.

Vanessa Rolfini Arteaga
Vanessa Rolfini Arteaga
Comunicadora social y cocinera venezolana dedicada al periodismo gastronómico. Egresada de la UCAB con estudios de especialización en la Universidad Complutense, de crítica gastronómica en The Foodie Studies y entrenamiento sensorial en la Escuela de Catadores de Madrid. Actualmente, redactora en Sommelier y columnista del diario Correo de Perú. Conductora de rutas gastronómicas y editora de guías. Experta catadora de chocolates.

6 COMENTARIOS

  1. Gracias Vane, por expresar de forma tan brillante lo que siento cada dia de mi vida! Creo que solo te falto decir el mal trato y regaño de los jefes por un dia que te dicen: No se puede colear, vaya hacer la cola (por lo general de 1/2 a 1 hora) para pagar. Me niego aceptar lo que vivo y a ser sumisa! Por algo dicen que «Amor con hambre no dura»

  2. COMO SIEMPRE …AFLORA LO MEJOR DE TI CON TU SIEMPRE Y BUEN DESEO DE LO CORTES,,,,, RABIA.LOCURA ..INDIGNACIÓN…PERO LO PEOR AUN ES NO COMENTAR Y SER CIEGO ..NO DISCUTIR Y SER PACIENTES AL ENTORNO ….JUSTO CADA LETRA….
    GRACIAS

  3. Me siento igual que tu Vanessa, cansada, muy cansada… Pensar que la gente visita a sus familias en el interior para llevarle una maleta de productos porque allá no hay nada es muy rudo. No se hasta cuando soportaremos este maltrato diario. Yo estoy harta de todo…

  4. Que tristeza me invade Cuando leo ésto. Yo vivo en el exterior desde hace 37 años y jamas pude imaginar que ésto pudiera suceder en mi pais.
    Me duele la humillacion que se puede sentir por esas situaciones que describe y me da una rabia que gente de nuestro propio pais por ideologias e intereses personales, afan por el poder, carroñas, ladrones y tramposos sometan asi al pueblo amable, alegre, trabajador venezolano. Yo lo que puedo hacer y lo hago, es informar y decir lo que pasa en Venezuela pues no puede continuar asi la cosa. DIos bendiga a mi gente.

  5. Vane, te botaste! Está genial, mueves emociones con tu relato, uno se siente tan identificado!
    No se me hubiera ocurrido escribirlo, pero de verdad, la catarsis que hiciste es necesaria.
    Te felicito, y me solidarizo contigo y todos los venezolanos que sentimos lo mismo.
    Un gran abrazo

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