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Pocos, poquísimos venezolanos pueden decir que se les ha reconocido su labor en vida, a mi cabeza vienen algunos nombres, como Jesús Soto, Carlos Cruz Diez, Simón Díaz, José Antonio Abreu, Carlos Raúl Villanueva, Jacinto Convit, Arturo Uslar Pietri y Armando Scannone. Estoy segura que se me han escapado personajes importantes, que también lograron librarse de las mezquindades del alma y del olvido nacional, y han podido o pudieron, sentir la agradable vibración de las palabras de agradecimiento en sus tímpanos y en su corazón.
Armando Scannone es un personaje fascinante, a quien la memoria cultural nacional le estará en deuda para siempre. El documental «Don Armando», producido y dirigido por Jonathan Reverón, me llevó a emocionarme hasta los tuétanos. En primer lugar, me encantó el guión, que partiendo de recetas emblemáticas de nuestra culinaria, como las arepas, el pastel de polvorosa, el pabellón, el asado negro, los tequeños y el mondongo, dan pie a narrar la vida de Armando Scannone, a explorar su mundo, que trasciende ollas, guisos y manteles, para mostrar sus facetas como constructor, amante de la música, del arte y de las orquideas, el amigo, el hermano y claro está, el gran colector de recetas que dio pie al «libro rojo», el compendio de cocina venezolana más completo. Una persona que no descansa, empecinado y visionario. A ratos tuve la sensación que estaba sentada en la cocina entre tablas de picar, sofritos y los testimonios de del propio Scannone y de personajes claves como Magdalena Salavarría, José Luis Alvarez, Mercedes Oropeza, Hector Scannone, entre otros.
Un aspecto que pareció genial fue la acertada selección de la música. Deberían vender el soundtrack porque es simplemente maravilloso, lo digo como coleccionista de bandas sonoras.
Además me gustó la fotografía, los encuadres, el tratamiento de la imagen, considerando que trabajar con alimentos es muy complicado y cada cuadro, cada toma, me hacía salivar. Solo puedo decir que me saboreé las carotas refritas y me quedé con ganas de entrarle con todo, a un sustancioso plato de mondongo. No lo voy a negar, hubo un par de detalles que me hicieron ruido, pero nada que opaque este magnifico trabajo.
A Jonathan Reverón y su equipo, simplemente … me quito el gorro. Excelente trabajo!