La Virgen del Carmen es la patrona de los choferes y de los pescadores, por lo que no es extraño en que Margarita cuente con tantos devotos. La celebración comenzó el viernes cuando decenas de peñeros surcaron el mar y pasearon imágenes de la virgen por las costas. Desde la terraza de la posada, se veían decenas de embarcaciones coloridas, que celebraban con fuegos artificiales.
El domingo, con un grupo de amigos nos fuimos hacia los lados de Pampatar, el día estaba soleado, el mar era una mezcla de turquesas y jades, el agua fresca y la alegría contagiosa. Alquilamos un peñero llamado «Pechugona II», cuyo capitán mentan El Chivo y nos incorporamos a la procesión de la protectora de los pescadores.
Tres Vírgenes del Carmen en tres peñeros, adornados con flores grandes, vistosas y brillantes como girasoles y aves del paraíso, otros con grupos musicales, algunos con gente de condición de salud más delicada seguramente pagando promesa. Muchos adornados con palmas, globos, banderas de colores, incluido el tricolor nacional y hasta con banderines de Polar ICE.
Era obvio que la mayoría de los involucrados eran locales, se saludaban por su nombre, se acercaban preguntando si tenían hielo para recargar los tragos, de los lugares más insólitos aparecía cerveza fría. Indiscutiblemente, en este país acompañamos cualquier reunión con alcohol, desde bautizos, cumpleaños, velorios y celebraciones religiosas. No faltaron los peñeros con tres y cuatro motores que como si se trataran de lanchas de carreras, que hacían alarde de velocidad y destreza. Sí, todo un espectáculo, la cantidad de embarcaciones daba se comportaba como cardumen, al mismo son de un lado a otro.
Llegamos hasta el gran peñón que está ubicado frente a Pampatar, donde hay una imagen de la Virgen del Carmen, custodiada por las aves marinas, pero que mira hacia la isla, la protege. Allí, nos lanzamos al agua, un acto refrescante después de tanto tiempo bajo el sol implacable que nos achicharraba la piel.
La alegría era contagiosa, hubo un momento que solo se escuchaban los motores, el golpe de los cascos contra las olas y el zumbido del viento en los oídos, era como si tanta euforia nos llevó a un estado de introspección. Recé, sí, recé. Oré y le pedí a la Virgen mucha protección, prosperidad y cariño para todos, absolutamente todos.