Primeras 24 horas en México DF

México DF me recibió con un día espléndido, gente amable y sabores imborrables para mi paladar-memoria-y-corazón. No llevo 24 horas aquí y siento que tengo decenas de cuentos. Pensar que me faltan 3 semanas de viaje.

Mi primera comida fueron unas quesadillas en plena calle. Dos señoras, Sofía y Raquel, preparan más de 15 variedades, pero me decidí por las de papas y queso, luego una con frijoles, papas y queso y por último, con una de cuitolacoche y queso; armonizadas con sangría en botella. Las cocineras resultaron un encanto, me contaron como procesaban el maíz para las tortillas y que lo cocinaban en cal (como no amar ese sabor si crecí con él). El tema del picante me preocupaba, pero para mi sorpresa lo he llevado bien, con cautela. Algo me dice que terminaré irremediablemente enchilada al final de este viaje.

Al cruzar la calle, un puesto de frutas cerró el almuerzo con un jugo de guayaba (son de color blanco, no rosadas como en Venezuela). El sabor es similar pero más suave. Hoy iré por una ensalada de jícama, limón y chiles.  La señora que atiende se llama Josefina, muy amable y comunicativa.

Después de una merecida siesta, me fui a caminar por la zona en plena noche. Dirán que estoy loca, pero vivo en Caracas y eso me ha dado entrenamiento. Justo frente a mi hotel hay una «mezcalería», pero estaba a reventar, así que me decidí por el Café Bizarro, en la esquina siguiente. Mi sorpresa fue que tienen una carta de «mezclales gourmet», con más de 20 etiquetas con  información sobre su origen. Me senté en la barra e inmediatamente mi acento me delató, pero me ayudó a entablar amistad con los bartenders Antonio y Alvin, quienes  muy amables me guiaron en una improvisada degustación. Por supuesto, ahí si volveré cada vez que pueda. Lo cierto, es que imaginé una carta de «cocuy gourmet», y me quedó la certeza que para allá hay que ir.

Hoy me levanté muy temprano. Decidí hacer ejercicio. A dos calles del hotel está el Parque México, un lugar precioso, con caminerías, flores y un lago. La gente de la zona va a caminar, correr y por supuesto, a pasear a sus perros. Me  lo tomé con calma por el tema de la altura, pero fue una caminata perfecta, porque además me permitió ver algunos lugares que visitaré en los próximos días. Me encuentro en la Colonia Roma, simplemente cautivadora, llena de rincones. A medida que la descubría, me imaginaba conduciendo una ruta gastronómica.

Mi desayuno no pudo estar mejor. La Panadería Rosetta (Colima 179, Roma) es un lugar que no se ve al paso, por fuera es discretísima. Pero el olor a pan recién horneado la delata. Una barrita donde apenas caben 10 personas, pero está a rebosar de delicias entre crosaints, panes de chocolates, chapatas, ponqucsitos, galletas, pasteles, panes … provoca comerlo todo. Me decidí por un crosaint y un bollo de azúcar y romero (ya entró en mis favoritos de este viaje), que acompañé con un «marron grande», o un late de doble carga como me aclaró Rubén el barista. Gracias a Judith de Mesamérica por la recomendación.

Esta tarde es la inaguración de Mesamérica con los «food trucks», allá me encontraré a Nidal Barake (@yoculinario) y @oralearepa, quienes deleitarán a los comensales con sabores venezolanos. Me siento como si fuera a hacerle barra a la representante de Venezuela en el Miss Universo.

Aún no he visto a los panas, así que cuando me encuentre con Fred, Tess, Daniel, Nidal, Vladimir, Liliana, Claudia, Sasha … estoy segura que esto se pondrá mejor…. que es mucho decir ..

Vanessa Rolfini Arteaga
Vanessa Rolfini Arteaga
Comunicadora social y cocinera venezolana dedicada al periodismo gastronómico. Egresada de la UCAB con estudios de especialización en la Universidad Complutense, de crítica gastronómica en The Foodie Studies y entrenamiento sensorial en la Escuela de Catadores de Madrid. Actualmente, redactora en Sommelier y columnista del diario Correo de Perú. Conductora de rutas gastronómicas y editora de guías. Experta catadora de chocolates.
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