La segunda parte del primer día en México comenzó con una visita al centro histórico. Siento especial debilidad por el Zócalo, porque es el corazón de la ciudad más grande del mundo, tiene una energía contagiosa que mueve todas las células del cuerpo. Al llegar me topé con un encuentro que organiza México con sus países amigos. Decenas de pabellones mostrando lo mejor de la cultura de cada nación. El venezolano tiene un lugar realmente bueno, imposible no verlo. Lo interesante y triste en este caso es la cara que mostramos de nuestra propia cultura, mientras que en otros países sus representantes lucen hermosos trajes típicos, nosotros utilizamos camisas rojas, folletos desfasados, artesanía hecha con goma, algunos adornos como una mascarita de un diablo de Yare, algunas hamacas de Tintorero. Seguro alguien se metió unos buenos reales por esta representación que es una verdadera vergüenza. Y pensar que hay tanta gente haciendo cosas extraordinarias en Venezuela. Me tuve que ir lo más rápido que pude, no quería que se me dañara el día.
Pero como Dios no olvida a sus hijos, el Palacio de Gobierno estaba abierto, siempre había querido conocerlo. Además de la imponente y hermosa edificación, lo mejor fue disfrutar los murales del artista Diego Rivera. Simplemente, geniales. Se pueden contemplar por horas, es la historia de México contada por el pintor, donde es evidente su sesgo ideológico, pero a su vez la complejidad, la fuerza, la emoción y el orgullo en cada trazo es cautivante. Un regalo haberlos visto. Luego me dediqué recorrer el palacio que es una verdadera y sorpresiva joya.
De ahí intenté caminar por el centro, pero era simplemente imposible. Así que decidí salir pero en el camino me encontré un establecimiento de jugos naturales – muy comunes en México- y me tomé una refrescante agua de pepino y limón – esta receta me la llevo-. Luego una cerveza con una sopa de tortilla en el famoso Café Tacuba, que resultó un remanso de tranquilidad y belleza.
Finalmente, a las cuatro de la tarde llegué al inicio de Mesamérica. Los «food truck» con interpretaciones de reconocidos cocineros mexicanos de la comida callejera. Eran 12 opciones, que iban desde tacos, gorditos, tamales, hamburguesas, sanduches, helados, wraps, hasta arepas. Muy bien representados por Orale Arepa (@oralearepa) en compañía de Nidal Barake (@yoculinario). Probé varias platillos y honestamente, todo me gustó en especial los tacos de tripa de Daniel Ovadía.
Como una nota aparte, me conmovió ver con el amor y la dedicación que Nidal le explicaba a los mexicanos, que querían escucharlo, su narración sobre las arepas y sus rellenos, echando mano de símiles de la cocina azteca. Este es el tipo de gente que tiene que estar representando a Venezuela en el Zócalo.
A la par, había lo que llaman un Tianguis, de decir, un mercado callejero e itinerante. Con maravillas como aceitunas y aceite de oliva mexicano, mieles, jarabes de ágave, vainillas, jugos, salsas, bombones, quesos, pastas caseras, entre otras opciones. En este caso lo coordina Enrique Cervantes y me contaba que van por todo el país con esta propuesta. Me encantó el concepto.
Por otra parte, en el encuentro habían cocteles, cerveza, vinos y las infaltables aguas saborizadas. En líneas generales, me gustó la actividad, que resultó variada, fuera de lo común, relajante, una jornada perfecta para un fin de semana, y un abreboca a lo que será Mesamérica.
Mi día terminó en la barra del Café Bizarro, donde Antonio y Alvin son mis nuevos mejores amigos. Me hicieron probar mezcal con gajos de naranja y sal de gusano rojo … es mejor que no pregunten ….