El delicioso encanto de Tarabish


Refrescante y digestivo té de hierbabuena


Una vista del salón, en primer plano hermosas lámparas árabes


Entradas: al fondo shanclish, luego las cremas de gabanzos, yogur, berenjena y garbanzos. En primer plano pan pita frito


Zeina, la chef y dueña, conversando sobre el maravilloso arroz con cordero y almendras que está en primer plano

Una de mi comidas favoritas es la árabe. Me encantan sus combinaciones, las presentaciones, su sentido social a la hora de comer. Hace pocos días el colega y amigo Fabían Lugo me invitó a cenar en el restaurant Tarabish, donde tenía que cubrir una pauta, porque lo habían invitado a probar sus nuevas propuesta con cordero. Ese día me dijo «acompáñame, no quiero comer solo», así que gustosa acepté la invitación.

Había escuchado comentarios sobre el lugar por una amigas aficionadas a la gastronomía, cuyo criterio, a mi juicio, nunca ha fallado. El lugar es acogedor, espacioso y su dueño – Juan José Khabbac – es encantador. Nos atendió a las mil maravillas. Luego se nos unieron la mamá de Juan José, la señora Zeina,- quien es la chef del lugar – y su otra hija Stephanie.

La familia Khabbac es procedente del Líbano y un día buscando una actividad a la que dedicarse y contando con el extraordinario talento culinario de Zenia, decidieron lanzarse a la aventura de un restaurant.
Todo los muebles, alfombras, pipas, lámparas y elementos árabes de la decoración las compraron en un pueblo del Líbano llamado Tripoli (igual que la capital de Libia), donde vive una numerosa colonia Mulsulmana que le dice a la misma ciudad su nombre en árabe que se pronuncia Troblius.

El festín
Primero nos sirvieron algunas delicias para picar. Las muy populares cremas de garbanzos, yogurt y berenjena, que por cierto la más sabrosa que recuerdo haber saboreado, y que conste que he probado comida árabe en muchos lugares. También sirvieron shanclish – ensalada de tomate, queso a base de yogurt y aceite de oliva – y basturma, una de mis grandes descubrimientos de la noche que consiste en un tipo de carne de res curada y la sirve rebanada muy delgadita como si fuera jamón. Todo esto acompañado de pan pita frito y al natural.

Luego llegó la hora de la cena, en ese momento yo estaba que no me cabía nada, recordé al papá de mi amiga Jimena que dice que cuando no se puede comer más, hay que saltar y moverse un poco para que se asiente la comida para que quepa más en el estómago.

Yo ordené cordero al horno, el cual estaba sencillamente delicioso, acompañado con cuscús y vegetales al vapor. Por cierto, los vegetales estaban de concurso, suaves por dentro pero crujientes en su exterior.

Fabían ordenó cordero asado que no probé pero se veía muy sabroso. En algún momento, trajeron a la mesa una fuente mediana que contenía arroz con almendras y cordero, en ese momento me sentía totalmente feliz. Mientras cenábamos tuvimos una velada encantadora con la familia Khabbac, conversamos sobre la cocina, sobre amigos y gustos comunes, de viajes y hasta de amores.

Finalmente, tomamos un rico, refrescante y digestivo té de hierbabuena, que dió pie para conocer al cocina que estaba impecablemente limpia, bien organizada y equipada. Nos despedimos y les prometí volver pronto porque fue una cena fantástica.

Gracias a la familia Khabbac por su hospitalidad. Fabian cuando quieras compañía para cenar estoy a la orden, no me importa darte un aventón hasta tu casa.


La familia Khabbac: Stephanie, Zeina y Juan José.


Fabian no tuvo piedad con el asado de cordero

Vanessa Rolfini Arteaga
Vanessa Rolfini Arteaga
Comunicadora social y cocinera venezolana dedicada al periodismo gastronómico. Egresada de la UCAB con estudios de especialización en la Universidad Complutense, de crítica gastronómica en The Foodie Studies y entrenamiento sensorial en la Escuela de Catadores de Madrid. Actualmente, redactora en Sommelier y columnista del diario Correo de Perú. Conductora de rutas gastronómicas y editora de guías. Experta catadora de chocolates.
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