«Esto es hambre»

«No hubo azares, no hubo una causa externa imprevisible incontrolable. La mayor hambruna de los tiempos modernos – o, más bien, la mayor hambruna que la historia registra – sucedió en un país en paz, sin catástrofes naturales ni accidentes climáticos que la dispararan. Fue el resultado increíble de una acumulación de errores y soberbias, la combinación de una política equivocada y la creencia en el relato que esa política hacía de sí misma». Así lo plasma el escritor argentino Martín Caparrós en su libro El Hambre (Editorial Planeta, 2014)

Traigo a colación esta reflexión, porque recientemente en Venezuela han sucedido varios hechos que sobrepasan el tema de la escasez, y empujan el pandemónium cotidiano a otros terrenos.

Hace poco más de un mes, los campos sembrados de frijol en una finca en Turén, en el estado Portuguesa, fueron literalmente saqueados por habitantes de la zona. Aprovechando que el domingo el personal tiene el día libre, entraron como un enjambre y arrasaron con todo lo encontrado a su paso. Un hecho parecido ocurrió en una siembra de ají dulce en Aroa, donde mujeres de una población cercana cosecharon sin permiso una hectárea, y tal como dice el productor yaracuyano, «lo hicieron con tanto cuidado que no dañaron las plantas, no tumbaron ni una hoja». La fuente de esta información, al final del relato sentenció «esto es hambre».

Pero hemos recibido varias campanadas de advertencia, por ejemplo, Alejandro Gutiérrez escribió para Prodavinci, «las estadísticas del Instituto Nacional de Estadísticas (INE) y su encuesta de seguimiento al consumo de alimentos revelan que entre 2008 y 2014 (el último dato publicado: primer semestre de 2014) hubo disminuciones importantes en el consumo de la mayoría de alimentos principales aportadores de energía alimentaria (calorías), proteínas y otros nutrientes (…)  Se concluye que de continuar las tendencias recientes de reducción de ingresos petroleros y el marco de políticas económicas y de calidad institucional, la seguridad alimentaria de los venezolanos continuará empeorando en 2016, al reducirse la disponibilidad y el acceso físico y económico a los alimentos».

Recientemente, han salido a la luz estudios donde se afirma que quien comía tres veces al día, lo está haciendo dos, que quien comía dos una vez y hasta el estremecedor relato de la señora que confiesa que se sortean la cena.

Sin embargo, la FAO estimó en sus estadísticas publicadas en 2015  que 793 millones de personas en el mundo padecen de una condición de «carencia de alimentos para llevar una vida sana y activa».  Agrega que, por ejemplo, en Venezuela nadie pasa hambre, hasta un reconocimiento le dieron al Presidente Maduro. El informe destaca «en regiones en desarrollo la meta fue casi alcanzada y la proporción de subalimentados disminuyó en el período observado». La misma organización garantiza que desde 2007 no hay venezolanos pasando hambre. No es por ser suspicaz, pero casualmente, desde la misma fecha no se publican estadísticas oficiales de ningún tipo en nuestro país.

Pero volviendo a Caparrós, la reflexión inicial de este texto, es a propósito de la hambruna sucedida en China entre los años 1958 y 1962, cuando murieron más de 30 millones de personas. El episodio fue consecuencia de una serie de erradas de políticas públicas del gobierno de Mao Tse-Tung, quien se empeñó en hacer de su país una potencia industrial y los campesinos fueron prácticamente obligados a abandonar el campo. «La tierra, puesta en común, debía ser trabajada por comunas campesinas tan mal improvisadas que no conseguían funcionar». A lo que le siguió una historia tan o más espeluznante que cualquier thriller de Hollywood, donde abundan los relatos de antropofagia.

Al respecto, la propia FAO en 1959, que en aquel entonces era dirigida por  el «eminente» nutricionista Lord Boyd-Orr, declaró: «el gobierno de Mao ha terminado con el ciclo tradicional del hambre en China».

Cuando estudiaba ciencias sociales, debí prestarle más atención a los textos de Georg Hegel sobre los ciclos de la historia. Sí, leer la historia de China pone los pelos de punta, y saber que compatriotas diezman los campos como la plaga de la langosta también lo hace.

Cierro este triste relato, con un frase del escritor argentino, «En mi generación todavía creemos que el hambre es algo que se ve en las fotos».

 

Comparto el estudio de ENCOVI realizado por Luis Pedro España, sobre «Pobreza y misiones sociales», presentada en noviembre de 2015. CLIQUEE AQUÍ

Vanessa Rolfini Arteaga
Vanessa Rolfini Arteaga
Comunicadora social y cocinera venezolana dedicada al periodismo gastronómico. Egresada de la UCAB con estudios de especialización en la Universidad Complutense, de crítica gastronómica en The Foodie Studies y entrenamiento sensorial en la Escuela de Catadores de Madrid. Actualmente, redactora en Sommelier y columnista del diario Correo de Perú. Conductora de rutas gastronómicas y editora de guías. Experta catadora de chocolates.
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