El 29 de julio de 1981 se casaron en Londres, Carlos de Inglaterra, Príncipe de Gales, y Lady Diana Spencer. Acontecimiento muy importante en su momento, porque el novio es – y sigue siendo 30 años después – el primero en la línea de sucesión al trono. Lo cierto es que fue una boda de cuentos de hadas, transmitida en vivo por la televisión, con una audiencia que superó los 750 millones de personas en el globo terráqueo.
Posiblemente, esta historia pudo inspirar cuentos como el de Shrek – no lo digo por lo poco agraciado del príncipe -, sino porque evidenció que no todas las historias de este tipo terminan con el típico «vivieron felices para siempre».
Para los efectos de este blog, lo interesante es el banquete real de bodas, que en el caso de los ingleses se trata de un Wedding Breakfast, donde por lo general, participan los más de mil y tantos invitados (entre los que destacan otras Casas Reales, jefes de Estado, familiares, amigos, políticos e intelectuales relevantes y uno que otro personaje del mundo del espectáculo y del deporte). El banquete más formal suele darse en la noche, sin cámaras de televisión y con un menú mucho más suntuoso, para un grupo «íntimo» de familiares y amigos.
Cuando Carlos y Diana, Principes de Gales, se casaron el menú consistió:
- Rodaballo relleno en salsa de langosta
- Pechuga de pollo con mousse de cordero
- Fresas con cornish Cream maceradas en vino
- Torta nupcial que consistió en un rico ponqué cubierto de mazapán y glaseado, decorado con los emblemas familiares, el emblema de la Marina Real a la que pertenecía el príncipe y las iniciales C y D. Se cortó con la espada del príncipe, tal como dicta el protocolo . El pastel estaba en una mesa decorada con orquideas.
Si se preguntan por la bebida, solo se sabe que sirvieron Champaña, pero no hay mayores detalles al respecto, más allá que hace un par de años se subastaron 4 botellas, cuyas etiquetas daban fe que fueron parte de las destinadas a la boda.
Lo interesante en este caso, es que el menú no refleja el espíritu de los novios, ni de una nación, como sucedió en la reciente boda de Victoria de Suecia, donde se destacaron las denominaciones de origen de todos los productos. Era un viaje culiario por tierras suecas a través de sus sabores, que de alguna manera, expresaban el júbilo al enlace nupcial de su futura reina.
En cambio, para la boda de William de Inglaterra con Katherine Middleton, el próximo 29 de abril, se nota como han cambiado las cosas. Es un acontecimiento importante, porque se trata del primogénito de la famosa Lady Di y seguramente quien sucederá a su abuela Elizabeth en el trono, porque todo indica que el padre abdicará a favor del hijo, entonces se convierte en un asunto de Estado.
Darren McGrady, quien fue el jefe de banquetes real inglés durante muchos años, incluso se ocupo del menú de Carlos y Diana, vaticina que el en próximo wedding breakfast considerará las preferencias y filosofía de vida de los novios. Asegura que incluirá vegetales «orgánicos» de los cuales la novia y el padre del novio son a fieles consumidores, así como una especie de pastel de carne de cordero llamado «cottage pie», favorito de William cuando era niño.
McGrady afirma que antes servirán algunos abrebocas con salmón ahumado, paté y rolls de vegetales que armonizarán con la champaña. Es posible que este caso, sí sepamos la bodega porque Inglaterra no tiene productores que proteger o favorecer, como sucedió con la boda de los Principes de Asturias, que no se reveló quién elaboró el cava del brindis, y las botellas se entregaron a través del Consejo Regulador del Cava.
MacGrady cree que dada la crisis económica, quedaron atrás los gastos excesivos, como los 14 mil geranios que adornaron Buckingham o los largos menús de siete platillos, para más de mil personas. La boda de William y Kate, será una mezcla entre la tradición y los gustos actuales, con la salvedad que pondrán el acento en destacar productos ingleses con Denominación de Origen Controlado, así como platillos de su gastronomía.
En estos casos, dejan al descubierto cómo ha evolucionado el discurso gastronómico en los últimos tiempos. Más allá de la frivolidad que se le pueda endosar a estos eventos, son la vitrina perfecta para ostentar los sabores de un país, incluso las Casas Reales de todo el mundo están concientes de eso. También estoy segura que hay un tema de costos – especulaciones mias – pero no es descabellado que logren algunos productos a cambio de intercambio. Se trata de una publicidad segura y bien avalada.
Torta de bodas de 5 pisos de la boda de Carlos y Diana en 1981. En su momento se hicieron más de 22 tortas. La de la foto estaba en el salón del banquete y fue la que cortaron los novios con la espada. Las otras fueron repartidas incluso entre el personal de servicio que iba con una nota de agradecimiento de los príncipes. Recientemente, se subastó un trozo del pastel de 1981 por 2.200 dólares, que se conservaba en buen estado y pertenecía a una empleada del Palacio de Buckingham, quien lo guardó celosamente durante años, pero su viudo decidió ganarse unos reales y al momento de la venta alegó que para él no tenía significado de ningún tipo. Toda una perla!
También se sabe William y Katherin no quisieron el tradicional pastel, lo cual no ha sido bien recibido por los pasteleros en Londres.
El beso que cautivó a millones …. quince años después la historia era muy distinta.
Posiblemente no existe pueblo más farandulero que el inglés, aunque no lo crean. La cantidad de souvenirs de las bodas reales dejan corta cualquier proyección de la imaginación.
Para la boda del William y Kate, se encargó una nueva vajilla de lujosa porcelana China bajo estricta observación de la Casa Real. 16.008 piezas fabricará la compañía San Huan Group Corporation, con bordes dorados y el escudo real británico. Conociendo a los chinos, alquien hará su versión del diseño y a la par venderán versiones caseras de la vajilla pero a precio mucho más bajo. Estén atentos en las quincallas chinas, es posible que se topen con una réplica de esos platos.
Gracias por el relato,excelente.