La preciosa iglesia de Jadacaquiva
Giordano, Antonio y yo frente a la iglesia, no se preocupen que no atentamos contra su paz
Una linda imagen del pueblo, una preciosa ventaja y un carrito de comida que por cierto está en venta
En medio del terreno, con el cují de fondo, la familia Rolfini posa para la foto
Diana, mi cuñada carga a mi sobrina Ana Beatriz, a su lado sus primos. A la derecha Antonio hablando con mi primo Argenis y en primer plano, Azúcar que disfrutó un montón y recorrió el terreno a sus anchas.
Giordano y el primo de Diana en medio del maizal …. es extraordinario como entre el maíz crecen las auyamas y los pepinos de monte
Una planta de pepino de monte floreada, ya se asoma el pequeño pepino
Visitamos Jadacaquiva un pueblito en el centro de la Península de Paraguaná para saludar unos familiares de Diana, mi cuñada. Hace muchos años que pasé por allí, así que tenía imágenes muy vagas en mi cabeza.
Pero mi sorpresa fue enorme, porque Jadacaquiva es encantadora, el típico pueblo paraguanero, con un iglesia preciosa, austera en adornos pero con una presencia que abruma y un espacio que invita a reflexionar. Varias casitas cerca de la iglesia con la típica arquitectura colonial, pero a medida que se avanzan pocas cuadras se dispersan porque tienen corrales con chivos, siembras de sábila, maíz o auyama.
Cuando llegamos a la casa de los familiares de Diana, estaban celebrando el 25 de diciembre con mucha alegría, sentados en la puerta «cogiendo fresco» y tomándose unas cervecitas bien frías. Era evidente la alegría de ver a mi cuñada y a mi hermano, se hicieron las presentaciones de rigor y sin ningún protocolo nos enseñaron la casa y nos invitaron a una cervecita, que se convirtió en un rico cafecito.
La casa en cuestión está a las afueras de Jadacaquiva, es un terreno de no menos de diez hectáreas, al lado de la casa hay un inmenso Cují que invita a guindar una hamaca y dormir arrullado por la brisa de la península. A un lado un corral con chivos y alrededor de tres hectáreas sembradas con maíz, auyamas y pepinos «de monte», una vez los vi en el mercado de Conejero en Margarita, pero nadie me supo explicar qué eran.
Son un fruto redondo, pequeño, muy gustoso y con mucha agua. La Tía de Diana me explicó que ella se lo agregaba a los guisos y sopas, pero probé con una ensalada fresca y quedó gloriosa.
La tierra roja, plana y compacta, los Cujíes, Cardones, Tunas y Sábilas por doquier, el cielo despejado y profundamente azul, esa sensación que hacia donde se dirija la mirada se pierde en la inmensidad del cielo y la brisa constante que arrulla el corazón, hacen de Paraguaná y de Jadacaquiva un lugar especial en el mundo.
La península de Paraguaná, en medio del círculo verde el pueblo de Jadacaquiva.
JADACAQUIVA: Se poseen dos versiones sobre el origen de su nombre. La primera: “Los nativos demostraron mucho miedo ante los caballos que trajeron los conquistadores y este temor los impulsaba a armarse de piedras para defenderse de algún supuesto ataque de las bestias. Y como “Quiba” en caquetío es pedruzco; ello expresándose en una mezcolanza de Caquetío y Andaluz, decían a presencia de los caballos: ¡Jaca…quiba!, ¡jaca…quiba!; lo que traducido sería: ¡piedra contra esas jacas!.
La otra versión: “En un tiempo de prolongada sequía, los nativos para mitigar la sed machacaban hierbas contra piedras y lugo chupaban los manojos o macoyas. En este caso, cada vez que veían una macoya de jajato, gritaban con alegría ¡jajato…quiba!, como diciendo: ¡machaquemos con piedras ese jajato!. El jajato es una hierba suculenta y por lo tanto al chuparla calma la sed”.
La otra versión: “En un tiempo de prolongada sequía, los nativos para mitigar la sed machacaban hierbas contra piedras y lugo chupaban los manojos o macoyas. En este caso, cada vez que veían una macoya de jajato, gritaban con alegría ¡jajato…quiba!, como diciendo: ¡machaquemos con piedras ese jajato!. El jajato es una hierba suculenta y por lo tanto al chuparla calma la sed”.
Fuente: Wikipedia