El atardecer no basta



Juan Griego y la Galera, dos localidades de pescadores famosas por sus bellas puestas de sol, incluso una gran pancarta en la entrada anuncia la fama de sus atardeceres. Son de esos lugares emblemáticos en Margarita, lindas costas, un cielo azul infinito, pescadores, peñeros, redes, restaurancitos a la orilla del mar, el encanto de sus pobladores y el cierre de oro al final de cada día. La fórmula perfecta para promocionar un lugar, al punto que lo incluí en la pauta de un reportaje que estoy escribiendo sobre la isla para una revista.

Pero regresé de mi paseo con el corazón hecho trizas, empecé mi conversación de anoche con Carlos e Ilenia diciendo «este país es una mierda». Ciertamente, la vista es preciosa desde lo lejos, en especial desde el fortín, pero de cerca es una historia de basura, desidia, caos, música a todo volumen, locales intentando sacarle la sangre a los turistas.

El camino hasta allá resultó encantador, salí desde Guacuco, me fui por la Asunción, pasé por los pueblos de Tacarigua y Santa Ana al punto que hay que atravesar la montaña y cuesta creer que uno se encuentre en una isla de El Caribe. Un camino pintorezco, lleno de casas coloridas, gente hablando en las puertas de sus casas y en las aceras, flores de todos los colores como trinitarias, flamboyanes, cayenas y amapolas blancas y rosadas, además de iglesias lindísimas que invitan a detenerse.

Pero al llegar a Juan Griego todo cambia, la señalización es casi nula, el trafico se torna pesado, las calles sucias. En un primer momento, me estacioné frente al malecón, pero está sucio, con tiendas que ponen música a todo volumen, supongo que con la intención de captar clientes, di una vuelta y me topé con la iglesia San Juan Bautista, bien cuidada, recién pintada, que brilla hasta por contraste en medio de tanto desorden.

Entonces decidí esperar el atardecer en el fortín de La Galera, pero antes me detuve al final de la bahía a tomarle fotos a los pescadores, muy amables, pero el agua estaba sucia, rodeada de basura y mal olor. Decidí seguri mi camino y lo primero que me encontré fueron los famosos contadores de historias, que como es de esperarse apenas se le entiende y ofrecen sus servicios, pero ante mi negativa terminaron pidiéndome algo para comer.

Ya en el fortín, la vista es preciosa, de 360 grados: el mar azulísimo, Juan Griego, La Galera, la laguna de los Mártires, las montañas y los pescadores surcando el mar. Pero en el ese lugar no hay vigilancia, ni servicios. Por lo menos está limpio y tengo la impresión que lo cuida la poca gente que vive de eso y hacen su mejor esfuerzo. Como era de esperarse el atardecer se aprecia hermosísimo desde allí, es como si todos los colores de la naturaleza de citaran a esa hora en ese punto para conversar y bailar, y los humanos somos testigos de tan magnífica fiesta.

Pero resulta que una vez que se oculta el sol, el cielo queda encendido como una hora más entonces decidí regresar al pueblo a tomarme una cerveza hasta que el cielo oscureciera totalmente. Bueno, esa era mi fantasía, pero lo mejor que encontré fue una taguara de mala muerte a la orilla de la playa con videos ochentosos de Chayanne a todo volumen. Me resigné a tomarme una cerveza Zulia que era la única fría y para colmo el vaso tenía residuos de jabón. Respiré profundo, no quería darme mala vida, pedí un vaso plástico, y me senté en la arena mientras disfrutaba el resto de un espectáculo inigualable.

El regreso fue un tormento, entre el tráfico y la casi nula señalización tardé casi 40 minutos para salir de Juan Griego, la vía oscura y no en las mejores condiciones, convirtieron mi regreso en una letanía de oraciones invocando a cuanto santo y ángel estuviera disponible por ahí.

Al final, sigo sin entender porque si tenemos un país tan hermoso, nos empeñamos en destruirlo con saña y de manera sistemática. Muy bello el atardecer…. en verdad precioso…. pero no es suficiente, porque entonces es un pueblo que solo vale la pena visitar durante una hora al día, el resto se lo pueden saltar.

Imágen de la bahía de Juan Griego desde el fortín de La Galera. Imagen de ensueño si se ve a la distancia, de cerca el cuento es otro, digamos que goza de excelente lejos.

Iglesia San Juan Bautista en el corazón de Juan Griego, un templo encantador, bien cuidado pero en medio de la suciedad y el caos.

Vanessa Rolfini Arteaga
Vanessa Rolfini Arteaga
Comunicadora social y cocinera venezolana dedicada al periodismo gastronómico. Egresada de la UCAB con estudios de especialización en la Universidad Complutense, de crítica gastronómica en The Foodie Studies y entrenamiento sensorial en la Escuela de Catadores de Madrid. Actualmente, redactora en Sommelier y columnista del diario Correo de Perú. Conductora de rutas gastronómicas y editora de guías. Experta catadora de chocolates.
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  1. Tenemos todo lo necesario para ser un destino turistico de primera, pero ni lo desarrollamos ni lo cuidamos. Parece que a los venezolanos nos diera pena enseñar lo que es nuestro, lo que es parte de nuestra cultura e historia.Si vieran las porquerias que en las otras islas del Caribe muestran como grandes cosas y muy orgullosos de ellas tambien, se mueren de la risa y luego de la rabia al ver todos los tesoros que tenemos en todo en pais y estan en franco deterioro…y no digo que solo durante este reino a la ineficacia; ya desde antes los venezolanos venimos menospreciando lo nuestro.

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