Patricia Ventura Nicolás es conocida por los amigos de los años universitarios como Patata, sobre nombre que le escuchamos decir alguna vez a su madre y nos pareció más que apropiado, al punto que ha derivado en versiones en otros idiomas. Lo cierto es que esta talentosa periodista especialista en el área petrolera, es también una excelente cocinera y juro con la mano en el corazón, que una insaciable y maravillosa comensal.
Su madre es de origen catalán y su padre gallego, una mezcla que tiene su caída pero que encuentra una de las mejores expresiones en la cocina. Recientemente, organizamos un almuerzo de domingo, de esos que hacemos de vez en cuando las llamadas «Cófrades»(1), donde nos entregamos sin pudor a la buena mesa, comemos hasta que nos desabrochamos el pantalón, bebemos hasta reírnos de nosotras mismas, se nos va la tarde entera recordando, chismeando, compartiendo lo que nos sucede para bien o para mal, como la mitad de nosotras vive fuera del país, ahora hacemos uso del skype y de una u otra manera nos sentimos cercanas, todo eso sin contar la comunicación diaria a través de un grupo de gmail.
La gran mayoría de nosotras cocina, incluso varios de los maridos también se destacan en los fogones como Guiusepe, esposo de Doris, quien a mi gusto hace una de las mejores pizzas que he probado. Algunas de nuestras madres son famosas por sus guisos, como las hallacas de la mamá de Doris, el hervido de la mamá de Raquel, las delicias árabes de la mamá de Jimena y el cocido de la mamá de Patricia. Así que saliera una cocinera profesional entre tanto buen diente, es un asunto que se cae de maduro.
Lo cierto es que Patricia, para mi sorpresa, dijo que ese domingo prepararía un cocido. Plato de origen «español», porque en el caso de Patricia o Patata, se trata de una mezcla de sus orígenes y no quiero pisar arena movediza. Además de la inevitable accesibilidad a productos del mercado criollo.
Ese día comenzó para Patata a las 7 de la mañana, montó el caldo en una olla inmensa, que por pocos centímetros y no se encaramaba en una escalera para poder revolver su contenido. Lagarto, chorizos, garbanzos, todo lo lleva más tiempo en ablandarse. Luego los aliños, de los que no dio mayores explicaciones. A media mañana, entraron a aquel mar de carne y chorizos, «las pelotas» elaboradas con carne molida, en este caso preparadas con carne de res, huevo, ajo, harina y como bien se excuso la Patata, «solo le faltaron los piñones».
Al mediodía cuando llegamos los invitados, ya el cocido estaba en su punto, le había agregado papas, repollo. Había rectificado el sabor. Prácticamente listo para servir. Apenas se entraba a la casa, el olor alborotaba el apetito. Provocaba abalanzarse sobre la olla dejando de lado la buena educación. Pero había que esperar al resto de los invitados, entonces picamos pan gallego, embutidos, quesos y vegetales en vinagre. Mientras tanto brindamos con cava extra brut Marqués de Monistrol.
Ya sentados en la mesa primero se sirvió el caldo, humeante, consistente, sabroso, una caricia al corazón con un inequívoco sabor a hogar. Provocaba acurrucarse después de terminar aquel plato tan sustancioso que además hacía sudar. Luego llegaron a la mesa dos grandes fuentes de servicio, una contenía las carnes, es decir, chorizos, lagartos y pelotas. La otra con papas, repollo y garbanzos. Acompañado con un Malbec reserva 2006 elaborado en San Juan, Argentina, y aunque no lo crean no logro recordar el nombre. Solo se que lo trajeron de uno de sus viajes, tal como lo expresó José, esposo de Patata.
Luego el postre consistió en flan de chocolate y canela, dulces árabes y varios tipos de mousse, que aportamos los comensales. Una sobre mesa larga donde no dejábamos de picar, reír, beber Pacharán y café, que se extendió hasta pasadas las 6 de la tarde. Solo puedo agregar que Patata le tomó a la perfección la receta a su madre, Eloina, quien todos los 25 de diciembre se destacaba con este platillo, pero me enteré ese día que le pasó el testigo a su retoño y con toda razón.
Mesa para recordar, a instantes de empezar con el sustancioso caldo. La Raquel que aparece en la foto, no es la Raquel de la Cofradía, pero también es periodista y fue una gratísima compañía.
(1) LAS CÓFRADES: Grupo de amigas y colegas, casi hermanas. Raquel, Patricia, Narsa, Ana Cecilia, Doris, Elsa, Jimena, Soraly, Fabiola, Mirka y yo, no mantenemos unidas desde los años universitarios, en especial, después de nuestra graduación en el año 1994. Somos una familia no escogida, con todo lo que eso conlleva, celebraciones, salud, enfermedad, matrimonios, hijos, divorcios, desencuentros, guayabos, empleos, alegrías, tristezas, mascotas, simplemente nos ha pasado de todo un poco, pero ahí seguimos. Unidas por el profundo amor que nos tenemos las unas a las otras, el respeto, la comunicación constante y la confianza. Además todas sentimos debilidad por la buena mesa, así que es el lugar favorito para encontrarnos.