El chef Iñaki Azpitarte fue uno de los invitados internacionales del SIG de este año. Lo anunciaron como uno de los representantes más emblemáticos de la bistronomie, una corriente de cocina que plantea la vuelta al concepto del bistró.
De ascendencia franco-vasca, lo vi por primera vez en el cóctel de inauguración del SIG en el hotel Tamanaco, incluso no lo distinguí, no llamó mi atención. Pero desde que me enteré que venía a Venezuela comencé a buscar información al respecto y le pedí a la revista Papa y Vino que reserváramos un espacio para una entrevista. Me hacía mucha ilusión porque hace dos o tres años, nos visitó Thierry Bretton y quedé muy bien impresionada con él, al igual que con otros invitados internacionales a este evento como Santi Santamaría, Marcelo Tejedor, Paco Roncero, la propia Elena Arzak, así que confiada en el criterio de los organizadores que hasta el momento no me ha quedado mal, me preparé para hacer mi trabajo.
Días antes del SIG, empecé a escuchar los primeros comentarios sobre Azpitarte cuando el chef Tomás Fernández me contó, que estaba preocupado porque lo había contactado varias veces y el invitado insistía que quería esperar para ir el mismo al mercado, lo cual es lógico de pensar si se vive en París, pero no si se habita en Venezuela, donde cualquiera que cocine sabe que hacer la compra es un acto de ingenio, astucia, velocidad y azar. Pero no me hizo más ruido que eso y pensé que aunque la preocupación de Tomás era válida, eso se solventaría. Por cierto, después supe que Azpitarte entendió lo que Tomás intentó explicarle tantas veces cuando pisó el mercado de Quinta Crespo.
Luego, hubo mucha confusión sobre las coordenadas de la rueda de prensa, fue imposible pedirle que posara para unas fotos, y en pocos días, el chef invitado puso a los organizadores de cabeza. Dicho de la boca de los propios organizadores, algunos lo calificaron de creativo, un alma libre y otros de un irresponsable que ni siquiera había traído filipina y se la pasaba tomado y de mal humor y que además había sido grosero con algunos de ellos.
El día de la presentación, después de dos horas esperando, se suspendió la rueda de prensa. La demostración estuvo bien, mostró un video que comenzaba con el propio Azpitarte montado sobre una moto dirigiéndose a hacer la compra del día en la madrugada, luego imágenes de su restaturant y de cómo es un cena normal allí. Sí, el propio bistró: poco personal, un menú diario único conformado por cinco platos, sin una carta de vinos, un lugar austero en adornos y lo mejor, a precios más que accesibles, es decir alrededor de 15 euros por persona, toda un ganga en una ciudad tan cara como París.
Seguidamente comenzó la presentación de cocina, al principio hubo problemas con la traducción porque saltaba del francés al español y los aparaticos para escuchar la traducción estaban como locos, allí salió al ruedo el chef Paul Lanois quien ayudó y con buen humor se solventó el problema.
Solo vi los dos primeros platos, una ensalada con langostinos, zanahorias crujientes y una cubierta de caramelo y luego un caviar de berenjenas con filetes de sardinas cocidas con un soplete. Me encontré con una cocina globalizada, con el uso de ingredientes de todas partes, que a pesar de ser francesa tiene influencias, japonesas y tailandesas. Bastante simple en su concepto, pero ingeniosa. En líneas generales, me gustó lo que ví.
Pensarán, después de toda esta disertación ¿dónde están los sentimientos encontrados?
Bueno, no lo pude entrevistar. Como repuesta a mis reclamos a los organizadores, coincidieron en calificarlo como un divo, un loco, un desubicado …. lo más cercano a un rock star. Me he quedado pensando si de verdad vale la pena hacer el trabajo, finalmente decidí hacer algo que lo incluya pero que no lo convierta en el foco central.
Pero ¿quien soy yo para juzgar a un entrevistado? ¿qué me interesa más: su talento o su interacción con los demás? ¿Acaso se trata de una mala apuesta del SIG? ¿Cómo desligar la impresión que tengo sobre el chef de su trabajo? el cual me pareció bueno pero tampoco nada para rasgarme las vestiduras, ¿hasta dónde se ve influenciada mi opinión por comentarios de terceros? ¿cómo afecta eso la «imparcialidad» de mi trabajo? Personajes como este han convertido el mundo de la gastronomía en un medio lleno de divos, de cocineros con ínfulas de grandeza o que se pueden llevar el mundo por delante porque cocinan bien, en mejor de los casos. Entonces, ¿cómo escribir sobre algo que me molesta tanto?, ¿dónde está mi sentido de la ética, mi responsabilidad como periodista, mi tolerancia hacia quien no ve la vida como la veo yo?
Caray ….!!!! estos son los hechos en la vida que lo colocan a uno frente a un dilema donde hay que revisar bien adentro para hacer la elección más correcta.
Vane, querida tocaya, te invito a que leas el blog de una gran amiga mia..buscalo en mi blog..se llama Gastronomia y algo mas…de sentimientos encontrados veras una gran muestra de lo que este señor vino a hacer para aca..muy lamentable…El andaba en otra «onda»…No te lo pierdas!!!!
Impecable, tu disertación sobre tus sentimientos y la ética, quizás lo que más me gusta es que en tu blog, lo haces después del desnudo. Bueno por así decirlo es como un sptripper, y luego te preguntas ciertamente si esa era la ropa para quitarse, y aquella la esquina para arrojarla. Pero eso es más que válido mi multifacética amiga, eso es ser.
Textos como el tuyo son los que hacen falta en los blog: con crítica, reflexión, agudeza, profundidad, más allá de la tontería social, la publicidad jala mecate y las fachadas anónimas.Aguardamos más visiones del SIG.
Yo tampoco pude ni saludarlo, habían dicho que hablaría con la prensa y pareciera que no le intereso. Excelente tu escrito, me gustan mucho tus críticas constructivas que espero las tomen como debe ser.
Deja la pelea!! muaaaaaaaaaaa jajajajajajajajaj
Vanessa querida, para mí lo más importante de tu texto es la honestidad con la cual escribes además de que tus planteamientos están claramente sustentados y revelan un genuino interés por ejercer tu trabajo con profesionalismo e integridad, valores poco comunes hoy día.