La mesa del padrino


Resulta imposible no relacionar a los italianos con la buena mesa. La mafia nació al sur de Italia, entonces, esta asociación es una acción más que obvia. La historia del cine cuenta con innumerables películas de gansters, todos italianos que hacen y deshacen negocios al momento de comer.


Venerable la escena en la primera parte de El Padrino, película dirigida por Francis Ford Coppola basada en la novela de Mario Puzo, cuando Michael (Al Pachino) para vengar a los asesinos de su hermano Sony (James Caan), que además hirieron gravemente a su padre Don Vito Corleone (interpretado por los actores Marlon Brando y Robert De Niro), decide encontrarse con el jefe de una de las familias y con el comisionado de la policía en un discreto y pequeño restaurant. Su intención es la venganza y dejar claro quién está al mando. Se dirige al baño, donde uno de sus secuaces con antelación dejó una pistola escondida en el tanque de la poceta.

Cuando regresa al salón, encuentra a sus acompañantes con una servilleta blanca amarrada al cuello disfrutando pasta al pommadoro y vino Marsala, entonces sin decir nada les dispara en la cabeza y el cuello. Sale del local para esconderse por varios meses en Sicilia. Así es su entrada a la mafia, su iniciación, que dará paso al segundo señor Corleone que protagonizará el resto de la saga.


Escenas similares se aprecian en otras películas como Los Intocables, Lucky Luciano, La Matanza de San Valentín, Goodfellas, por solo citar algunas, porque tal vez es el momento donde los mafiosos son más vulnerables, entregados al placer de comer. El padrino sentado de frente a la ventana para darle siempre la cara a los enemigos, mientras disfruta las delicias hechas por hombres y mujeres. Los hombres se encargan de la carne bien sea de res o cordero y las mujeres de la pasta casera, de las jaleas, dulces y antipastos.


En la tercera entrega, el actor Andy Garcia – quien es el príncipe heredero – afirma “no existe otro aceite como el de Sicilia”, al igual que higos, queso y el vino Marsala que tanto gusta a los mafiosos, juntos a los manteles blancos y a la pasta adornada con hojas de albahaca fresca. Esta afirmación dibuja el perfil de quien se quedará al mando de todo con un fuerte sentido de sus raíces y su tradición.


La boda Connie, de la hija de Don Corleone, es una de las escenas emblemáticas de la historia del celuloide, toda la tradición, la ostentación, el poder junto a ríos de vino, comida y tarantela, mientras en su despacho el Padrino atiende a los invitados que por nada del mundo perderán la oportunidad de solicitarle favores, porque saben que un siciliano no le niega nada a nadie el día del matrimonio de su hija.


La comida es testigo de las intrigas, planes, asesinatos, pasiones y traiciones en la trilogía de El Padrino. Son recurrentes la pasta con ceci, pasta con brócoli a la Paolina, macarrones crocantes, berenjenas a la parmesana, merengues napolitanos, spaguettis a la marinera, salsa pommarola, salamis, salchichas, corderos asados con ensalada como guarnición, Chianti, canolis sicilianos, albóndigas que preparan los matones durante las horas de espera acompañado de vino tintorrio y barajas. Jamás faltaban ingredientes por su significado: la sal es hospitalidad, el vino es virilidad y coraje, el pan se traduce como hermandad y el ajo como silencio y lealtad.


“La vendetta é un piatto che si mangia freddo”, cuantas veces hemos escuchado esa afirmación aplicada por mafiosos italianos que asocian sin prurito y con absoluta claridad el placer del ojo por ojo con un manjar. Bien expresó la señora Corleone mientras estofaba en la cocina con las otras mujeres, con la certeza que si algo malo sucedía se enteraría, pero no paraba lo que estaba haciendo, “el dolor y el miedo no perjudican el apetito, al contrario, la comida los mitiga”.


Nota: versión de un texto que escribí para la Revista Papa y Vino.

Vanessa Rolfini Arteaga
Vanessa Rolfini Arteaga
Comunicadora social y cocinera venezolana dedicada al periodismo gastronómico. Egresada de la UCAB con estudios de especialización en la Universidad Complutense, de crítica gastronómica en The Foodie Studies y entrenamiento sensorial en la Escuela de Catadores de Madrid. Actualmente, redactora en Sommelier y columnista del diario Correo de Perú. Conductora de rutas gastronómicas y editora de guías. Experta catadora de chocolates.
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