Jorge comenzó su proceso de aprender a comer desde el vientre de su madre. Durante todo el embarazo le envié comida todo el tiempo a Niceth, su madre y mi vecina de enfrente, de quien doy fe que se esmeró en alimentarse de manera variada, sana y sabrosa. Tal vez en esos días, también influyó un documental de Discovery Channel, llamado «desde el vientre materno», donde explicaban que el feto puede percibir los mismos sabores y olores de su progenenitora, lo cual explica la disposición e inclinación a determinados sabores en muchas culturas.
Lo cierto, es que Jorge antes de cumplir su primer año había conocido el aceite de oliva y la Vilarnau Brut Rosé, porque en un SIG me lo llevé al espacio de Casa Oliveira y puse en su boca una gota de cada cosa, luego le di a su madre la ficha de cata del cava, con instrucciones de colocarlo en su álbum de vida, como la primera bebida alcohólica que probó en su vida.
Ahora Jorge tiene un poco más de dos años, no diré que es un encanto porque ese niño y Azúcar tienen ocupado mi corazón, pero casi me aniquila de la emoción cuando el otro día lo escuché decir en voz fuerte y clara la palabra «suspiro». Es decir, de su limitado repertorio de palabras que seguramente no sobrepasan las 50, «suspiro» es una de ellas, al punto que si los mencionamos inmediatamente me mira como preguntándome «¿dónde están los mios?». Sus padres y yo optamos por el cuti, entonces la cosa va así: cuti sus- cuti pi – cuti ros.
Lo increíble es que come todo tipo de vegetales, ama el pasticho de berenjena, calabacines, granos, sopas, pizza, queso, galletas de varios tipos, por solo mencionar algunas cosas, incluso me atrevo a afirmar que a su cortísima edad, su paladar disfruta muchos más platillos y sabores que una gran cantidad de adultos que conozco.
Esto también rompe con aquello de proporcionarle a los niños una dieta pobre y limitada en sabores, por aquello que «los niños no comen eso», lo que a mi parecer es una salida fácil, cosiderenado que «la cajita feliz» trae hasta juguetico. Está comprobado que aprendemos a comer antes de nacer, puede que no se tolere un sabor específico, pero la alimentación es un tema cultural que se enseña y se cultiva. Al punto que también transmitimos las mañas y malos hábitos.
Por lo pronto, sigo entusiasmándome cada vez que Niceth me cuenta cada nuevo platillo que ha probado Jorge, quien come con ganas y con disfrute, con su sonrisa pícara y sus manos regordetas toma los suspiros y los atesora, mientras se sienta a comerlos de uno en uno, se mete uno completo en a la boca, al punto que no lo puede masticar, lucha pero no lo suelta, hasta que logra masticarlo y tragarlo.
Me encantò el relato,excelente.