Tres horas a la cumbre

Subir hasta el punto mas alto de la Torre Eiffel estaba resaltado en mi lista de cosas por hacer en el viaje. Cuando vine la primera vez no lo hice por razones personales que no vienen al caso, ahora estaba decidida, condicion sufiente y necesaria para poder cumplir este deseo .

El dia estaba soleado, despejado y fresco. Llegamos en autobus a Champ de Mars, lo cruzamos y como mi mama no quizo acompanarme, me fui a hacer la cola para comprar las entradas y subir yo sola. Alli bajo el sol y admirando la bella estructura pasaron mas de 45 minutos, en los que me dedique a observar a las personas a mi alrededor y escuchar conversaciones poniendo cara de que no entiendia. Me diverti horrores con un argentino bien entrado en anos acompanado de una mujer muy linda que podia ser su hija; ella insistia en subir mientras el le decia con mimos que el ya lo habia hecho muchas veces y que la vista no era nada especial; otra muchacha le contaba a su mama como habia confeccionado el patron de un vestido, unos enamorados que se cansaron de besarse entre el sol y la espera, ademas de las combinaciones de ropa que escoge la gente, muchas dificiles de entender, como si se vistieran con la luz apagada.

Finalmente llegue a la taquilla, para subir en ascensor hasta el nivel 3 el ticket costo 13 euros. Tome el ascensor hasta la primera parada. Al ver la ciudad desde la torre se me aguaron los ojos, recorde que cuando era nina y me preguntaban hacia donde iba, siempre respondia «a Paris».
Di una vuelta, disfrute la primera escala de la travesia, hasta que decidi hacer la cola para el segundo ascensor.

Decia en una pantalla que la espera es de 45 minutos. Claro!!!! hay todo tipo de esperas y depende de los acompanantes. No se si por buena o mala suerte me toco adelante una familia de espanoles, una pareja con dos «chavales» (a mi calculo de 10 y 8 anos). Uno de ellos un poco inquieto hasta que sono el celular de la senora y le grito al marido «Alvaro, se nos ha inundao la casa». Se lo dijo varias veces pero Alvaro no reaccionaba, de ahi en adelante llamo a Paco, a Eulalia, a Maria Jose y a su hermana Maria, quien despues pude entender encontro la casa llena de agua, habia cerrado la llave de paso y no se cuantas cosas mas. Mientras la mujer gritaba, el hijo mayor trepaba como primate sobre los tubos que deliean la cola, me apuntaba con su trasero y le decia a la mama llamando su atencion «que me voy a echar un peo». Experimente panico. Me sentia atrapada en la cola, busque las salidas de emergencia, pense en gritar «fuego», estaba aturdida pero pensaba que ya habia comprado el ticket, intente mantenerme a un metro de distancia de la familia Monster (incluso Alvaro se parecia a German, era muy alto, corpulento y feo, aunque ella ni por error a Lily).

Luego uno de los ninos escupia al piso y decia «lluvia de escupitajos», mientras la madre jurungaba el bolso y preguntaba si ahi se podia fumar. En ese punto, aplicaba las tecnicas que he aprendido en la meditacion, me meti en una esfera de luz dorada cosmica que me temia adolecia de proteccion antipeos y termine endeudada con San Marcos de Leon para que venciese a ese mounstro con su vara. La gente me miraba con lastima, la senora me hacia senas para que no estuviera tan alejada y yo me hacia la loca. De esa manera y tratando de mantener intacta mi integridad paso mas de una hora.

Como si Dios se hubiese acordado de mi, la familia Monster partio con otro grupo. Subi al ascensor y poco a poco se fue develando una vista sobrecogedora: Paris completica, soleada, con un cielo azul inmaculado, la claridad del aire permitia alcanzar la vista hasta muy lejos, parece dibujada con un lapiz y una escuadra, el Sena atravesandola como si no tuviera idea que forma parte de una de las ciudades mas bellas. Una vez mas comprobe que el los vuelos que llegan a esta ciudad son interplanetarios.

Cuando por fin alcance al punto mas alto sentia una emocion fuertisima, miraba y miraba, buscaba mis lugares favoritos, le pedi a un senor que me tomara una foto, luego me comi un chocolate disfrutando la vista, hasta que una nina que grito «mama» me recordo que la mia llevaba mas de dos horas y media esperandome. La bajada aunque veloz fue algo desordenada, el sistema de informacion para el retorno es deficiente.

Pero fue una travesia increible, termine riendome de mi misma involucrada en una tipica escena de Yo Amo a Lucy. Pero me senti tan afortunada de haber subido a la Torre Eiffel en un dia perfecto.

Vanessa Rolfini Arteaga
Vanessa Rolfini Arteaga
Comunicadora social y cocinera venezolana dedicada al periodismo gastronómico. Egresada de la UCAB con estudios de especialización en la Universidad Complutense, de crítica gastronómica en The Foodie Studies y entrenamiento sensorial en la Escuela de Catadores de Madrid. Actualmente, redactora en Sommelier y columnista del diario Correo de Perú. Conductora de rutas gastronómicas y editora de guías. Experta catadora de chocolates.
  1. Amiga que risa tu cronica de la subida a la Torre Infiel (oops! digo la Eiffel). Solo a ti y al Pato Lucas le pasan esas vainas jajaja que risa pero por fin no dices si el chamo se termino de tirar el peo del cuento o no. Lograste enterarte que paso con el apartamento «inundao»? jajajaEchando vaina chica!Mira pero que bueno que te diste ese gustazo de subirte hasta el tope de la torre, y al fin y al cabo que te dijo tu mama luego que bajaste tres horas mas tarde de la cuspide de la iconografia francesa?

  2. Mi Vane querida…jajajaja, no puedo parar de reirme. Ante todo, mis respetos. ¡Primero el vuelo del año y ahora el encuentro del siglo¡ A esos monstercitos les sale Niñera S.O.S versión ibérica. Pero qué bueno que no te han «amargao» tu paseillo. Besos y abrazos.

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