Apartheid alimentario en Venezuela

clap junio 2016CLAP, las nuevas siglas de la violencia alimentaria. Se traducen como Comités Locales de Abastecimiento y Distribución, es decir, que los alimentos de «la cesta básica» o «protegidos» serán distribuidos por los organismos de base afectos al gobierno de Nicolás Maduro, en coordinación con las Fuerzas Armadas.

La idea es simple. Los funcionarios del poder ejecutivo deciden qué es lo que debemos comer, lo colocan en una bolsa y te lo dan a «precio justo» o «regulado» y lo distribuyen entre la personas o familias que se hayan anotado en una lista. Alegan como principal objetivo de toda esta parafernalia la lucha contra la «guerra económica».

¿Qué puede incluir una bolsa?  Harinas de maíz y de trigo, caraotas (judías o frijoles), avena, pañales, leche, aceite de maíz, sal, mayonesa, salsa de tomate (kepchup), azúcar, arroz, chesse whiz (queso amarillo fundido) y productos de higiene personal. Claro, no se garantiza que una bolsa tenga todo en la misma entrega porque depende de la disponibilidad.

Las CLAP se vienen implementando desde hace un par de meses. He publicado llamados de los consejos comunales de mi zona invitando a registrarse, incluso algunas personas que han tenido acceso a las bolsas han publicado en las redes sus contenidos. En teoría era algo opcional, lo cual ya resultaba terrible porque va en contra de toda libertad alimentaria y viola la Constitución. Solo que ahora queda suspendida la venta de productos de la cesta básica en los supermercados, abastos u otros comercios de expendio de alimentos. Solo el gobierno puede distribuirlos y expenderlos.

El gobierno se sirve de la comida para controlar, para generar más miedo, se resume en una expresión que leí hace mucho: «domesticación por hambre».

Ignacio Doménech en su libro Cocina de Recursos, narra cómo en la Barcelona de la post guerra civil española, solo pensaban en comida, era el tema central de la vida, de los sueños, de las conversaciones, el eje de las decisiones y de los miedos. Entonces, se hace imposible hacer algo más en el día a día como estudiar, crear, culturizarse, descansar, jugar, cultivar las relaciones familiares y sociales, porque el hambre o el miedo a padecerla (que es igual o peor) contamina la vida, no deja espacio libre para nada más.

Hay registros y narraciones pertenecientes a la época de la implementación y consolidación del Bloque Sovíetico, cuando en algunas regiones se sometía a la población a largos períodos de carestía de alimentos. Los ciudadanos se veían obligados a hacer colas por horas, que en muchos casos se agravaba por el frío, lo que obligaba a los individuos a estar durante largos períodos en una posición pasiva y de sumisión, que rápidamente permea otros aspectos de la propia vida y de la psique.

Cuatro, cinco, seis horas para obtener un alimento condiciona, llena de miedo, empequeñece, quiebra el alma y el espíritu. Y el gobierno lo sabe bien. Por eso me atrevo a especular que esta escasez no es accidental, ni cayó de repente, ni es espontánea. Se creó con un propósito, mantenernos a todos sumisos y atemorizados. Claro, imposible probarlo ahora, pero no me extrañaría que algún día salga alguien por ahí narrado el asunto.

Pero con las CLAP y la nueva medida que las acompaña, esto ha tomado otro giro y subieron el volumen considerablemente. Técnicamente, los comités de base afectos a la revolución, tienen el poder de decidir lo qué se come y quién. ¿De qué dependerá eso? Me gustaría saberlo. Acaso responde a la posición política, si se firmó apoyando el referendum (no olvidemos la lista Tascón), por la zona donde se habita, nivel educativo, apariencia física y vestimenta, si se calza dentro del perfil de lo que ellos llaman «el pueblo». Imposible saberlo. Más allá que con toda seguridad se abrirán nuevos espacios para la corrupción y se implementará formalmente la segregación o «apartheid» alimentario.

Pero las malas noticias no acaban, esto se va a agravar. Las predicciones y estadísticas para el segundo semestre de 2016, apuntan a mayor desabastecimiento, porque desde hace dos años no se aprueban dólares para semillas, agroquímicos y maquinarias, además de las trabas burocráticas y matracas gubernamentales que padece el sector agroindustrial. En mayo  de este año, no se pudo sembrar todo lo previsto según datos aportados por Fedeagro, es decir, que no quiero ni pensar en los resultados de la cosecha en octubre. Pero con dos agravantes: no tenemos dinero para comprar comida  en el exterior y coincide con los pagos de los compromisos de la deuda.  Sí, nos espera un fin de año inolvidable.

Las CLAP serán la perdición de este gobierno, la guinda de sus errores. Por querer acabar con las distorsión visual de las calles llenas de gente haciendo cola y decir que toman una medida contra «la guerra económica», generará más hambre. Y el hambre, en especial si te metes con la comida de los hijos, puede tener consecuencias inimaginables. Parece que el gobierno olvidó aquella frase tan poderosa que en su momento fue muy efectiva: «con mis hijos no te metas».

Ya veremos a dónde nos lleva todo esto.

Vanessa Rolfini Arteaga
Vanessa Rolfini Arteaga
Comunicadora social y cocinera venezolana dedicada al periodismo gastronómico. Egresada de la UCAB con estudios de especialización en la Universidad Complutense, de crítica gastronómica en The Foodie Studies y entrenamiento sensorial en la Escuela de Catadores de Madrid. Actualmente, redactora en Sommelier y columnista del diario Correo de Perú. Conductora de rutas gastronómicas y editora de guías. Experta catadora de chocolates.
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