“La dieta de la buena mesa, está a favor de la vida”, Manuel Vásquez Montalbán
No hay duda que la violencia alimentaria que vivimos en la actualidad dejará secuelas. Llevamos más de una década con la angustia diaria de cómo será próxima comida, cuando aún no hemos terminado la que tenemos en el plato y eso se ve reflejado en todos los aspectos de nuestra vida. Pero se han preguntado, cómo será el comensal venezolano cuando pase esta crisis de escasez.
Bien dicen que todo pasa, lo bueno y lo malo. Mirando la historia de otros países que han experimentado circunstancias similares a la nuestras, han logrado superar los escollos y salir adelante. Desde la Europa de la post guerra, China, Perú, incluso Colombia, por solo mencionar algunos. Con toda seguridad Venezuela no será la excepción.
Indudablemente hemos dado un salto de décadas hacia atrás en el perfil del consumidor, que se tiene que conformar con lo que consigue y puede pagar, que no lee etiquetas, ni compuestos nutricionales, que no está pendiente de los tipos de grasas, si cumple con las mínimas normas de sanidad, y ni hablar de aspectos como ecología, comercio justo, especies autóctonas, apoyo al productor, certificación de origen, entre otros temas que lucen de ciencia ficción de cara a nuestra realidad.
¿A qué nos enfrentaremos? Cómo explicarle a un niño que hay que revisar los componentes de los alimentos, conocer su procedencia o hasta cómo fue criado el animal que proporciona la carne y los lácteos que llegan a su mesa.
Cómo hacer entender la importancia de la educación nutricional y sus circunstancias, cuando en la memoria su manera de vincularse con la alimentación responde a un acto de supervivencia.
Sin lugar a dudas, lo urgente ha desplazado lo importante, pero esto no evita la necesidad de ocuparnos de otros temas vinculados a la alimentación y que están presentes en nuestro día a día, como manejo de desechos, reciclaje, educación nutricional y culinaria. Nada de eso se detiene o desaparece porque experimentemos escasez.
La gran paradoja es que cuánta falta nos hace en estos momentos tan duros tener noción sobre los productos de nuestra despensa, sus otros usos, sus posibilidades, aprovechar lo que está disponible, porque apalearía mucho la desazón diaria. Pero nuestra formación culinaria es deficiente.
Miro hacia adelante, hacia el comensal que formamos hoy, el que estoy segura no lidiará con la escasez pero sí con sus consecuencias en todos los sentidos.
Si queremos salir fortalecidos de esta mala hora, hay que hacer un esfuerzo, impartir educación en la familia, en la escuela, en la comunidad. El comensal de mañana ya se está formando, se esculpe día a día y mi temor son las consecuencias de tanto retraso y desconocimiento.
Publicado en la columna Limones en Almíbar del diario El Universal 4/06/2016