Entre el primer y el segundo día del funeral del Chávez hay una diferencia del cielo a la tierra. Ahora más organizados los vendedores ambulantes salieron al ruedo y ofrecían prácticamente de todo. Por supuesto, para estos días de calor y un sol que quema muchas bebidas: jugos, té frio, refrescos, malta, agua (vendida y regalada), pero en ningún lugar bebidas alcohólicas, por lo menos públicamente.
También creció la cantidad de gente, a los primeros asistentes se le sumaron los de la provincia. Simplemente, la zona colapsó. La cola para entrar a la capilla ardiente comenzaba en la estación del metro Ciudad Universitaria, es decir, más de 4km hasta la Academia Militar sin contar que dentro del recinto las colas se compactaron y divieron …. entonces, se entienden hasta las 12 horas de espera que han narrado algunos. Como es de esperarse, a la kilométrica cola la acompañaban cientos de vendedores.
A mi cálculo una persona que deseaba ver al Comandante, tenía que disponer o invertir aproximadamente entre 250 y 400 Bolívares. Siendo conservadora con los números. Solo para comer y mantenerse hidratado. Quien deseaba adquirir algún souvenir, los costos podían incrementarse considerablemente.
Abundaban pasteles con varios tipos de rellenos, que ofrecían en vitrinas o en cavas para mantenerlos calientes el mayor tiempo posible. También arepas, empanadas, sanduches y hasta sancocho. Incluso vi a varias personas comer arroz con pollo en viandas transparentes. De repente llegaban camiones del gobierno con comida gratis para todos: un combo conformado por un sanduche de jamón y queso, jugo en empaque UHT y galletas. La gente se abalanza sobre los camiones, que también ofrecían gratuitamente agua y refrescos. En otro lugar, un gran camión donde funcionaba una «arepera socialista movil», que exigía otra gran cola para poder comprar.
Si el primer día resultó desordenado, el segundo fue absolutamente caótico. Lo que si me quedó claro es que con la muerte del Comandante, los vendedores hicieron su agosto.



