Caracas, ¿Km. cero?

¿Podemos los caraqueños alimentarnos de lo que se produce en la ciudad? Cómo sostener una urbe que lo engulle todo. Ciertamente, está ubicada en un valle de condiciones excepcionales para la agricultura y no en vano hasta principios de los cincuenta, era una zona con grandes extensiones agrícolas.

Actualmente, grandes ciudades se plantean las mismas interrogantes. Algunos movimientos promueven volver a lo que se siembra en casa o cerca de ella. Uno es el Slow Food nacido en Italia, donde se establecen estrechas relaciones con el productor y sus circunstancias. Esta “cocina de la proximidad” lleva treinta años en el tapete.

Otro caso es el llamado “kilómetro cero”, derivado del primero y planteado por los escandinavos donde se aspira a que el 60% de lo que se consume haya sido producido o extraído en un área de cien kilómetros cuadrados.

Ahora es común ver fotografías de azoteas y balcones en Nueva York, Madrid o París con grandes jardines no ornamentales, que en realidad tienen doble función: producir algo de lo que se come y ahorrar energía (fresco en el verano y cálido en el invierno). Otros movimientos interesantes son el “farm to table” y por supuesto, el mercado para productos ecológicos de años recientes.

Un estudio hecho por Zinnia Martínez para el diplomado de Alimentación y Cultura en la UCV, abordó al detalle las zonas aledañas a Caracas donde se producen alimentos: los Valles del Tuy, el Parque Nacional Waraira Repano, las costas de Vargas, San Diego de los Altos, Guatire y Guarenas, el Junquito, Turgüa, El Hatillo y los Altos Mirandinos.

Lugares que abastecen, en parte, las necesidades de los caraqueños con alimentos como hortalizas, aves, cerdos, quesos, café, frutas y hasta flores, que se expenden en grandes y pequeños mercados. Incluso, algunos proyectos dentro de la misma ciudad, como huertos urbanos han dado algunos frutos pero con subsidio oficial.

“Caracas es una ciudad con vocación agroproductiva”, afirma Martínez quien cita un censo realizado en 2014 por el Consejo Legislativo de Caracas, donde se identificaron más de 250 productores que se dedican a esta actividad, dentro del municipio Libertador.

Martínez plantea que “el campesino y la producción agropecuaria debe batallar contra regulaciones de precios, escasez de agroquímicos y alimentos para los animales, paralización de las importaciones, desaparición de semillas fundamentales”, a lo que se le sumaría la ausencia de relevo generacional, la inseguridad, una cultura no dada al consumo de vegetales, que adolece de tiempo y espacio.

Pocas cosas se comparan al placer y sabor de unos vegetales o hierbas recién cortados del conuco familiar, pero no es suficiente. Aunque no cabe duda, que cada día se hace imperioso consumir alimentos de mejor calidad, sin pesticidas, ni alteraciones genéticas, pero verlo como una contraparte a la escasez es otra cosa.

Columna «Limones en almíbar», publicada en El Universal el 16/01/2016

Vanessa Rolfini Arteaga
Vanessa Rolfini Arteaga
Comunicadora social y cocinera venezolana dedicada al periodismo gastronómico. Egresada de la UCAB con estudios de especialización en la Universidad Complutense, de crítica gastronómica en The Foodie Studies y entrenamiento sensorial en la Escuela de Catadores de Madrid. Actualmente, redactora en Sommelier y columnista del diario Correo de Perú. Conductora de rutas gastronómicas y editora de guías. Experta catadora de chocolates.
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