En el contexto de una cena deliciosa en el restaurant Taiko, presentaron el vino OROYA, especialmente diseñado para armonizar con comida japonesa. El enólogo de Freixenet, Miguel Salarich, explicó que detectaron en el mercado la necesidad de un vino para acompañar la comida nipona que es tan rica en sabores y texturas, y muy popular en latinoamérica.
Aseguró que desde el principio tuvieron claro que debía ser un vino blanco por la presencia del pescado y luego encontraron en la mezcla de las uva Torrontés con Pinot Noir una combinación redonda que además resalta el umami, o quinto sabor que es fundamental en la gastronomía asiática.
Oroya se traduce al español como «cesta que se utiliza para transporar mercancías de un lado a otro del río» y el enólogo asegura que los grafismos japoneses en la etiqueta expresan justamente esa idea. La botella es estilizada, parece de perfume, acorde con las líneas de verticales y armoniosas de las preparaciones japonesas.
Lo interesante de este vino, a mi modo de ver, es que ha sido creado buscando un tipo de armonía específica, en vez de crear el vino y después buscarle el maridaje más adecuado. Creo que seguiremos viendo vinos con ocasiones de consumo tan definidas, es decir, vinos de diseño.
En este caso, lograron un vino frutal con intensas notas florales, muy fresco y nada ambicioso. A mi modo de ver, combina a las mil maravillas con el sushi, aunque no estoy muy segura de lograr el mismo efecto con otro tipo de comida, cuando haga el experimento lo comentaré en este espacio.
Gracias a los organizadores por la cena, en un ambiente tan lindo sentados en el piso al mejor estilo japonés, degustando sushi, sashimi, tempura, en todas sus clases y colores; y para variar compartiendo con los amigos y colegas.