El nuevo oro negro es el cacao. Después de un poco más de un siglo, el fruto se revaloriza como una verdadera fuente de riqueza. ¿Quién lo iba a pensar? Compatriotas volviendo al campo porque es más rentable su cultivo y tratamiento, que otras actividades económicas.
En un viaje reciente al Sur del Lago de Maracaibo, visité campos y productores cacaoteros. La zona abarca principalmente el estado Mérida, pero incluye Zulia y Táchira, tierras “tipo uno” por su increíble calidad, al punto, que están catalogadas entre las más fértiles del planeta.
En medio de aquel verdor y humedad, donde se respira vida por doquier abunda el cacao. Se pueden encontrar más de dos mil productores que van desde “cosecheros” – campesinos que se limitan a recoger los frutos sin mayores cuidos – hasta productores interesados en mejorar sus prácticas, esparcidos en campos que van de una a diez hectáreas.
Además de la presencia de empresas dedicadas exclusivamente a comprar cacao. En la zona se vende en dos modalidades: “en baba”, es decir, sin tratamiento post cosecha. Y quienes se ocupan de venderlo seco y listo para comercializar, que es el tiene más valor. En la región apenas se está empezando a implementar la práctica de fermentar antes de secar, lo cual, eleva mucho más la calidad del producto.
Para mi sorpresa, en medio de la tercera zona productora de cacao del país, encontré casos de gente joven y profesional, que se hecho el propósito de recuperar o comprar pequeñas fincas, en algunos casos están plantando y en otras sustituyendo antiguos cultivos. Historias exitosas que ya están dando resultados extraordinarios.
El centro de acopio más grande del país y posiblemente de Latinoamérica está en la zona. Otro caso interesante, son los hermanos Pernía, ambos ingenieros mecánicos, con una pequeña finca familiar en Río Frío, comenzaron hace dos años con cinco hectáreas y sus proyecciones apuntan que en menos de media década manejarán quince.
¿La razón? El cacao es rentable. Su precio va en ascenso, entre tantos motivos, porque la demanda supera por mucho la oferta. En ese mercado, si Venezuela decide participar con más aplomo, podría encontrar un gran negocio. Pero para variar mucho de eso depende del Estado.
No llegamos ni al 1% de la producción mundial, pero contamos con la mayor variedad de cacaos finos del mundo: los más buscados, los mejor pagados pero también los más escasos.
El Sur del Lago se está tomando muy en serio el tema. No pasará mucho tiempo para que se ubiquen como el segundo productor nacional, de un fruto al que apenas cuatro años atrás no se le prestaba mayor atención.
Quién lo diría, un siglo después, cuando el petróleo va en baja, el cacao vuelve con ímpetu. Una verdadera revancha.
Columna Limones en Almíbar del 12 de marzo de 2015 en el Diario El Universal