Rodamos durante horas, a lo largo de la carretera se mostraba una tierra inmensa y plana, el cielo azul despejado, a ambos lados del camino plantas con flores rosadas de duraznos, blancas de ciruelas cercadas por Álamos que época de viento, se ocupan de contenerlo en lo posible, que según los lugareños puede llegar a ser una pesadilla.
El camino hasta el valle del Río Negro es impresionante, no pude cerrar los ojos en todo el camino, no quería perderme ni un solo detalle, y la verdad es que así ha sido todo el viaje, duermo poco y disfruto mucho, y gracias a Dios mi cuerpo ha respondido como Dios manda.
Hoy visitamos las bodegas de Humberto Canale, Chacra, Noemía y Del Río Elorza. La primera muy conocida porque además sus vinos los podemos disfrutar en Venezuela. Pero hoy fue el día de las bodegas boutique.
No puedo negar mi admiración y asombro por las bodegas Chacra y Noemía. La primera es propiedad de la familia italiana Inchiza de la Rochette (no estoy segura de cómo se escribe), solo produce 47 mil botellas anuales, distribuidas en cuatro etiquetas. Los viñedos en su gran mayoría son de Pinot Noir que en esta zona ha encontrado un terroir ideal donde se expresa maravillosamente. Todo el proceso de vendimia es manual y trabajan en algunas etapas por gravedad (una tendencia que cobra fuerza mundialmente). Me llamó la atención que para la vendimia solo utilizan mujeres mayores de 45 años, porque alegan que tienen más paciencia. Ojalá estén en lo cierto! El enólogo de la bodega es Hans Vinding–Diers quien además junto a su esposa la condesa Noemía Cinzano y son los propietarios de Noemía. Ambas bodegas son de data relativamente reciente pero desde el primer momento han optenido premios importantes.
Cada bodega su estilo produce vinos sublimes, de lo mejor que he probado en este viaje. Son vinos artesanales con una concepción absolutamente técnica, con orientación biodinámica. En el caso de Chacra, sus dos vinos top son Chacra 32 y Chacra 55, varietales de Pinot Noir, que puedo decir que en mi corta experiencia quedé extasiada.
Lo cierto, es que nos invitaron a almorzar en Bodegas Noemía, ubicada en Valle Azul, un lugar que queda literalmente en la mitad de la nada, cuando me paré en la terraza, hacia dónde apuntaba la vista solo alcanzaba a ver tierra árida, plana y seca, además de los viñedos alrededor.
El almuerzo fue en la casa de los duques Cinzano (quienes no estaban), pero nos atendió el enólogo Oscar Ferrari. La entrada consistió en jamón serrano, aceitunas y una ensalada a base de papas. Luego sirvieron asado, vacío, chorizos y unas morcillas que eran una caricia al paladar, acompañado de ensaladas de tomate y un mezclum de lechugas. El asado se deshacía al contacto con los labios, jugoso, gustoso, acompañados con un los vinos que producen que no son de este mundo. Para rematar el postre consistió en helado de vainilla con toping de nueces, pero al fondo esperaba una sorpresa refrescante, un toque de whiskey que entre tanto vino resultó un bálsamo. Como si fuera poco la compañía era perfecta, porque he tenido la suerte de viajar con un grupo de colegas encantadores y divertidos.
Era tan bello el lugar, tan rica la comida, tan espectaculares los vinos y tan buena la compañía que en un momento se me salieron las lágrimas, uno de los mejores almuerzos de mi vida. No se si es la energía de la Patagonia, pero no recuerdo haberme sentido tan feliz en mucho tiempo.
Hoy salimos a Mendoza, serán días más intensos … seguiré contando en la medida de lo posible.
La luz Vanessa, la luz en patagonai es diferente. FIjate en la luz…el agua se ve escarchada….
Te advertí que después de ese viaje a Argentina uno no es ya el mismo. Son esas travesías por las que das gracias a Dios y te acuerdas de las pequeñas y grandes razones por las que estás en este mundo. Salud!!!!