Mi amiga Patricia Ventura me ha sorprendido con este relato, al recordar con impresionante nitidez los bollos pelones que preparaba mi abuela Antonia Mora, y que ella tuvo la oportunidad de disfrutar en un viaje a Coro hace más de veinte años.
Pat, muchas gracias …
«Los primeros bollos pelones en mi vida se los comí a tu abuela. Es realmente raro porque en mi familia siempre se cocinaron platos criollos. Mi yaya aprendió a hacer hallacas al poco tiempo de llegar. El pabellón se incorporó rapidamente al menú familiar. Mi yayo se tardó en probar las arepas, pero no por fidelidad a la comida española sino más por mañas propias. Pero por alguna extraña razón los bollos pelones no habían entrado en el recetario familiar.
El sábado fuimos al Hatillo y terminamos comiendo en La Gorda. Cuando yo voy a un restaurant tengo como política que no pido cosas que yo cocino o como donde mi mamá. ¿Por qué voy a pagar 5 veces por algo que probablemente yo lo hago mejor y más barato? Entonces, revisé la carta: pabellón (no, yo lo hago), asado criollo (no, yo lo hago), bollos pelones…se me iluminó la cara, mi paladar repasó cada uno de los sabores de tu abuela. Emocionada, ordené de inmediato los bollos pelones.
Dios…qué decepción, pero no te imaginas, era más que la falta de sabor, era falta de cariño- Eso que obviamente le sobraba al de tu abuela. El guiso no era tal. Era parte del asado negro con un toque de salsa que puedo jurar que era de esas barvacue de frasco, la masa del bollo normalito y los bollos no fueron guisados en una buena salsa sino los pintaron corriendo con una salsita de tomate por encimita. Yo entiendo que el tomate está caro, pero no creo que sea justificación para ser pichirres. Simplemente sáquenlos de la carta. pero no sirvan eso.
Realmente yo estaba decepcionada. Tu sabes que la comida para mi no es un trámite fisiológico. Es un momento de placer, de alegría y de satisfacción. Molesta les dije a Jose, Cori y Telmo que no volvería a pedir más nunca bollos pelones. ¡Ya son demasiados chascos! y les hablé de mi viaje a Coro a los 18 años, de tu abuela y su sazón, de sus bollos que no consigo equiparar. Ellos se sonrieron y, quizás, les parecí una exagerada. Pero no lo soy. Entiendo que la sazón es personal, pero el respeto a los ingredientes, el amor por los fogones y la alegría de que un comensal esté en tu mesa debería ser regla común. Al menos, eso fue lo que aprendí de tu abuela, parada frente a mi».
Si, regla común debe de ser el respeto a los ingredientes. Tambien el amor por los fogones y la alegría de que un comensal este en tu mesa. Los libros de Don Armando son un referente de donde obtener verdadera perspectiva. Nuestra Cocina es, sin lugar a dudas, la más sabrosa del mundo! Resta conocerla, respetarla y elaborarla con el mismo Amor con que nuestras Matronas. Nuestra tarea es aún mayor, queda redescubrirla, actalizarla y refinarla. Claro, pero desde el respeto, el conocimiento, la alegria y el amor como referente y norte. Gracias.