Pan de auyama

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  • 500g de auyama o calabaza sin piel y sin semillas, cortada en cubos
  • 2 cucharadas de mezcla de varias especias molidas: canela, clavo (solo un toque porque la receta tendrá sabor de pasta dental), nuez moscada y mucha pimienta fresca
  • 100g de mantequilla (en este punto haga el esfuerzo y trate de no sustituirla por margarina o aceite vegetal porque influye en el sabor final)
  • 1kg de harina de trigo (puede comprar la todo uso en el supermercado)
  • 20g de levadura instantánea (en especial para quienes no son muy duchos en el tema. Si sabe hacer pan, entonces active la levadura en pasta en un 1/2 taza de agua tibia, en ese caso seguramente necesitará un poco más de harina)
  • 1 cucharada de sal
  • 3 cucharadas de miel o de melao de papelón
  • 1 huevo
  • Semillas de auyama limpias y secas para decorar

Preparación:
Precaliente el horno a 180ºC. Mientras tanto, disponga en una bandeja de horno la auyama troceada, mézclela con las especias y la mantequilla derretida. Tápela con papel aluminio y hornéela hasta que se ablande. Por favor, no se coma un trocito en el proceso, porque el olor es una delicia, toda la casa se impregnará de un aroma entre canela y pimienta que le recordará la Navidad. Cuando esté listo espere que enfríe. Este fase puede hacerla de un día para otro, lo que incidirá en un sabor más intenso en el resultado final.

Hacer el pan es muy simple. Un primer consejo es que no hay que tenerle miedo, es como si la levadura oliera la adrenalina y es cuando la receta termina siendo un desastre. Tome el control, demuestre quien manda en la cocina y con toda la calma del mundo dispóngase a hacer su pan. A fin de cuentas, posiblemente no es panadero, sino alguien que tuvo la fantasía de hacer pan alguna vez en su vida. El pan es relativamente fácil de hacer, lo que requiere es cuidado, cariño, tiempo y fuerza en los brazos, aunque cuente con la ayuda de una amasadora.

Coloque la harina en la mesa como si fuera un volcán, abra un hueco en el centro y vierta en medio la auyama hecha puré con grasa y todo. Por la parte exterior, espolvoree la levadura y comience a mezclar todo.

La expresión “digo mezclar” tienen como condición el uso de una mano, intente mantener la otra libre, puede que la necesite para buscar algo o atender el teléfono, que de todos modos no es una buena idea. El pan es celoso, exige atención, no le agradan los chismes, ni historias ajenas a su presencia mientras lo amasa. Por nada del mundo ponga en la televisión la noticias y muchos menos debates de política o cotilleo, la vibra  en esos casos impide que la levadura se alimente. La verdad, es que no sale nada bueno de la cocina en esos casos.

Comience a mezclar de adentro hacia afuera, poco a poco, hasta que llegue a la parte exterior del volcán, ahí ya puede hacer uso de las dos manos, incorpore la sal y amase bien, dejando intervalos de tiempo de vez en cuando. Sabrá que la masa está lista cuando: no se le quede pegada en las manos y la superficie no parezca piel con celulitis, sino suave y lisa.

Coloque la masa en un recipiente previamente enharinado, tápela con una tela y colóquela en un lugar donde no le peguen corrientes de aire, ni haga frío. La mayoría de los panaderos humedecen la tela, a mi me gusta que esté seca, pero lo dejo a la preferencia personal. La primera leuda del pan exige por lo menos dos horas, tiempo suficiente para hacer algo que tenga pendiente o simplemente descansar.

En la recta final …

Nuevamente, encienda  el horno a 180ºC. Amase nuevamente y divida la masa según el caso, es decir en dos panes grandes o en muchos pequeños. Si está empezando, recomiendo lo primero, los pancitos son increíblemente mañosos y por lo general requieren de un poco más de grasa, digamos que hay que trampear la receta.

Amase cada trozo de masa cruda hasta lograr una bola compacta, coloque los panes en una bandeja, previamente engrasada, con una brocha píntelos con la dora preparada con la mezcla de miel y huevo. Haga un par de cortes sobre la superficie del pan y con gracia, pero sin caer en cursilerías, disponga las semillas sobre este.

Ha llegado el momento de la segunda leuda. Entonces, espere 30 minutos, no hace falta meterlos en una bolsa plástica, ni taparlos y llévelos al horno hasta que además de crecer se vean dorados por fuera, tomará un hermoso tono amarillo intenso. El pan cuando está listo suena como si estuviera hueco y pesa menos.

Finalmente, después de tanto trabajo no comparta la receta. Además de rellenarlos con mantequilla o queso crema, aderécela con historias. Como que le pertenecía a la bisabuela y por nada del mundo puede transmitirla, eso le dará un carácter místico. Incluso, vaya más allá y argumente que la receta viene con la “macumba”, sobre las desgracias que sufrirá quien ose revelar la fórmula familiar.

Vanessa Rolfini Arteaga
Vanessa Rolfini Arteaga
Comunicadora social y cocinera venezolana dedicada al periodismo gastronómico. Egresada de la UCAB con estudios de especialización en la Universidad Complutense, de crítica gastronómica en The Foodie Studies y entrenamiento sensorial en la Escuela de Catadores de Madrid. Actualmente, redactora en Sommelier y columnista del diario Correo de Perú. Conductora de rutas gastronómicas y editora de guías. Experta catadora de chocolates.

2 COMENTARIOS

  1. Ay Vanesa , me hicistes reir con tus comentarios
    La recetas se ve excelente, gracias
    Me llamo nelly de Prieto??? ,para que me recuerdes

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